Por qué hacemos trampa aunque sabemos que no está bien
El año 2016 quedará marcado para siempre como particularmente oscuro para el deporte. Es el año en que Rusia casi queda completamente excluida de los Juegos Olímpicos, después de que las autoridades deportivas encontraran que el gobierno había estado involucrado en un programa sistemático de dopaje de atletas.
Pero no es, ni con mucho, el único escándalo de esta naturaleza. No hace tanto que el ciclista estadounidense Lance Armstrong admitía en una tristemente célebre entrevista con Oprah Winfrey que sí había consumido sustancias prohibidas.
Más allá de la notoriedad mundial de estos señalamientos, el uso de métodos antiéticos para triunfar no es exclusivo del mundo del deporte.
Tómese por caso Bernie Madoff, condenado a 150 años de prisión por fraude financiero y otros cargos. O al dúo alemán Milli Vanilli, que en los años 90 tuvo que devolver un premio Grammy por haber fingido que cantaban (tanto en un disco como en sus presentaciones en vivo).
Hay muchas situaciones en la oficina, nuestra vida personal y social donde la tentación de facilitarnos las cosas por medios no muy honestos es demasiado seductora.
¿Qué motiva a la gente a hacer trampa? ¿Es porque son moralmente corruptos o ambiciosos? ¿O nos impulsa nuestra sociedad tan competitiva?
La influencia del grupo
Los psicólogos señalan que la necesidad de ganar puede convertir a la persona en un individuo más deshonesto, y el trabajo en equipo puede llevarlo a cometer nuevos engaños.
Amos Schurr, un psicólogo conductista en la Universidad Ben Gurion, en Israel, realizó diversas investigaciones sobre cómo el comportamiento de un grupo puede hacer del engaño una acción aceptable, y sobre cómo el deseo de ganar una competencia incrementa la probabilidad de que la persona sea deshonesta.
El equipo investigador condujo una serie de experimentos utilizando cuestionarios de cultura general, juegos de memoria y de dados, para evaluar cómo 23 participantes reportaban sus propios resultados.
Los participantes podían ganar dinero dependiendo del número que les saliera al lanzar los dados.
El equipo de Schurr descubrió que cuando la gente ganaba en los cuestionarios o en los test de memoria previos a los dados era más deshonesta: reclamaban más dinero del que en realidad les correspondía en el juego de azar.
«Somos criaturas sociales. Cuando trabajamos en grupos, seguimos las normas que el grupo establece», comentó Schurr.
Cómplices de corrupción
Un análisis de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido, advierte que las personas engañan cuando son alentadas por sus colegas.
En dicho estudio se pidió a un grupo de personas que participaran en parejas en un juego de dados donde podían ganar dinero. El primer individuo debía lanzar los dados y decirle a su compañero o compañera qué numero había obtenido.
Si la pareja lanzaba los dados y obtenía el mismo número, ambos ganaban dinero.
Como era de esperar, las parejas comenzaron a ponerse de acuerdo para mentir, y así recibir mayores ganancias.
Las ocasiones donde ambos participantes sacaron el mismo número fue 500% más frecuentes, que las que se esperaban si los individuos hubiesen actuado honestamente.
La investigación también reveló que los mayores niveles de corrupción se registraron cuando las ganancias eran repartidas a partes iguales, y cuando se formaron lazos fuertes entre los integrantes de los equipos.
Los autores del estudio, Ori Weiseland y Shaul Shalvi, concluyeron que la corrupción y las conductas inmorales que han dado a pie a recientes escándalos financieros «no solo están motivadas por la avaricia, sino por la complicidad que se desarrolla en esos ambientes y los incentivos acordados».
La evolución del engaño
Gracias a la tecnología la manera de hacer trampa está evolucionando, y esto representa un problema relevante en el mundo de las finanzas, la política y los altos niveles gerenciales.
Para Phillip Dawson, director asociado del Centro de Investigación en Evaluación y Aprendizaje Digital de la Universidad Deakin (Australia), «se han alcanzado nuevas fronteras a la hora de hacer trampa, como el hackeo de exámenes, o el uso de herramientas en Internet para editar contenidos, como Google Translate para traducir del inglés al español o viceversa».
El engaño también está floreciendo en lugares como las firmas de consultoría que elaboran reportes internacionales, en medios de comunicación y en universidades.
Sin embargo, Dawson también advierte que hay nuevas manera de detectar a los tramposos, con sitios como Turitin, el cual revisa contenidos para identificar casos de plagio.
«No creo que hoy se haga más trampa que en el pasado, solo se está haciendo de una manera diferente», comenta.
Dawson afirma que el estrés generado por el tiempo y el alto costo de la vida, obliga a las personas a buscar fuentes adicionales de ingresos más allá de su salario, lo cual puede hacer a las personas más propensas a considerar vías antiéticas o ilegales de ganar dinero.
¿Se puede cambiar?
Hay buenas noticias para aquellos que se sienten culpables y desean mejorar su comportamiento, convirtiéndose en personas más honestas en sus trabajos.