¿Querés ser más feliz? Cambiá tu lenguaje
Pensamos en la alimentación o en el ejercicio físico como una forma de mejorar nuestro bienestar. Pero la realidad es que podemos alcanzarlo de muchas otras maneras. Una de las más desconocidas tiene a las palabras como centro del cambio. Luis Castellanos y su equipo, expertos en neurociencia cognitiva, han estudiado el efecto de las palabras positivas en las personas.
Una de sus investigaciones, publicada en la revista científica ‘PLOS ONE’, ha comprobado mediante encefalogramas que las palabras positivas activan el tiempo de reacción del cerebro frente a las negativas o las neutras. «Esto nos hace estar más atentos y más concentrados por lo que conseguimos ser más perseverantes y más creativos en nuestras tareas», cuenta Castellanos.
Su convicción de que los términos que empleamos cada día pueden determinar el rumbo de nuestro pensamiento y de nuestra actitud ante la vida le ha llevado a trabajar con deportistas de élite (como Sergio ‘Chacho’ Rodríguez, Marc Coma o Nani Roma), chefs (Andoni Luis Aduriz y Mario Sandoval), o directivos de diferentes empresas para incluir un lenguaje más positivo en su vida. Tras comprobar la mejora en el desarrollo personal y el rendimiento profesional de estos, decidió publicar La ciencia del lenguaje positivo (Editorial Paidós), donde recopila estudios, consejos y ejercicios y con el que busca que cualquiera se pueda beneficiar de ello.
RECONOCER LOS FALLOS
El libro propone un plan para aumentar nuestras palabras positivas en tres etapas. El primer paso consistiría en tomar conciencia de nuestras palabras una a una. Hay dos formas sencillas de lograrlo. La primera pasa por recopilar nuestros escritos o grabarnos en una conversación para después transcribirla y así reconocer nuestros fallos (como una gran utilización del ‘no’, la falta de nombres propios o de adjetivos positivos, las muletillas…). La segunda, en pedir a quienes más nos conocen -socios vitales- que nos hagan una pequeña valoración de nuestro lenguaje.
El siguiente escalón nos invita a optar por la elección. Es decir, decidir qué palabras no queremos utilizar más y cuáles queremos incorporar a nuestro día a día. Alegría, gratitud, serenidad, interés, esperanza, orgullo, diversión, inspiración, admiración y amor son 10 términos positivos que deberíamos integrar en nuestro lenguaje habitual para hacer frente a la tristeza, el desprecio, la deslealtad o el odio, según explica Luis Castellanos. «Aunque tenemos un lenguaje negativo por instinto de supervivencia, debemos elegir nuestras palabras. Sobre todo, en los momentos en que te das cuenta de que tu lenguaje te está provocando un sufrimiento. Incorporar a tu vida un lenguaje positivo te da coraje y valentía. Te das cuenta de que ser positivo favorece tu mundo y no quieres que venga otro a destrozártelo. Aprendes a pararle los pies».
CUIDAR EL LENGUAJE
La decena de vocablos anteriores son globales y podrían funcionarle a cualquiera. Sin embargo, el investigador hace hincapié en que cada uno ha de localizar sus propias palabras positivas para lograr un éxito aún mayor. Nuevamente, nuestro mapa lingüístico y nuestros socios vitales son quienes nos darán las claves. Por ejemplo, podemos descubrir cuáles son fijándonos en las caras de los demás cuando las pronunciamos o meditando cuáles nos funcionan en el momento de darnos ánimos internamente.
Otro truco es tomar un diccionario e ir leyendo términos hasta dar con los que nos producen energía. Una vez tengamos 15 palabras motivadoras, deberemos decirlas en voz alta y escribirlas cuando necesitemos alentarnos. La última etapa consistiría en consolidar ese hábito de expresarnos en positivo.
«Todo se resume en que si cuidas tu lenguaje él cuidará de ti». «Siempre tengo en mente la frase de Daniel Kahneman que dice que ‘deseamos que la historia de nuestra vida sea una buena historia'». Eso es «lo importante». Se trata de que cuando hagamos un recuento de la jornada, al terminar el día, podamos decir que tenemos una buena historia. «Que busquemos el lado positivo de los hechos y de las personas».
FUENTE: DIARIO EL MUNDO