La historia real detrás de ‘El baile de los 41’, la nueva película de Netflix
Netflix estrena ahora El baile de los 41, un nuevo filme basada en la historia real que sacudió a la sociedad mexicana a comienzos del siglo XX y que se convirtió en una de las grandes visibilizaciones LGTBI en el continente americano. Sin embargo, pocos conocen las historia real detrás de la serie.
Nos encontramos en ciudad de México, un 18 de noviembre de 1901. El más sonado escándalo de principios del siglo XX en México está a punto de estallar, en pleno centro de la capital.
La madrugada de ese domingo, en una casa marcada con el número 4 de la calle de la Paz (que hoy se llama Ezequiel Montes, en la colonia Tabacalera), la policía irrumpió en una fiesta privada donde había 42 hombres que bailaban entre sí, la mayoría de familias aristocráticas.
Esa no fue la peor parte, que ya de por sí era escandalosa a la vista de la época. Lo peor fue saber que, de aquellos 42, 19 vestían de mujer y que incluso en una recámara estaba tendido a un joven que las crónicas de la época identifican como «Bigotes Rizados». Los rumores y las leyendas de aquella redada dirán que fue premio de una «rifa» entre los asistentes.
La prensa de la época hizo eco del sobresalto moral que significó aquella redada. Hubo burlas homofóbicas, rumores y leyendas sobre «La aristocracia de Sodoma», como llamó a los detenidos el periódico El Hijo del Ahuizote.
Nunca se despejó la duda de quiénes habían caído en aquella redada, pero El Popular, otra publicación de la época, anotaba que «todos son pollos gordos, algunos riquillos que la portan; criados en paños azules».
Aquel periódico reveló además que «pretendieron huir para quitarse los vestidos del sexo contrario al suyo; pero al darse cuenta la policía que se trataba de algo grave, no dejó salir a ninguno de los 42″. Luego anota: «No daremos a nuestros lectores más detalles por ser en sumo asquerosos».
El yerno incómodo
Además del escándalo que significó la noticia, una incógnita no despejada circuló por aquellos días y sobrevivió hasta la fecha: que entre los detenidos –y los vestidos de mujer– estaba nada menos que Ignacio de la Torre, yerno del presidente Porfirio Díaz, casado con Amada Díaz, su hija mayor y la más consentida.
En una crónica sobre este episodio publicada en la revista Letras Libres, el escritor mexicano Carlos Monsiváis relata que, aun cuando los reportes de la prensa insistían en que los detenidos eran 42, al paso de los días la cifra se ajustó a 41. «…el que desaparece de la lista, compra su libertad a precio de oro y huye por las azoteas, es don Ignacio de la Torre, casado con la hija de Porfirio Díaz».
Anota además que, «más que ningún otro hecho, lo que distingue a la redada es la presencia, certificada por el chisme masivo, del Primer Yerno de la Nación«.
El general Porfirio Díaz debió intentar por todos los medios –que eran todos a su alcance en calidad de presidente, militar y dictador– acallar el escándalo. Pero no pudo y los chismes llegaron hasta oídos de Amada, la hija del dictador casada con Ignacio de la Torre.
Hay quienes aseguran que en su diario escribió: «Un día mi padre me mandó llamar al despacho en su casa. Me quería informar que Nacho había sido capturado por la policía en una fiesta donde todos eran hombres, pero muchos estaban vestidos de mujer. Ignacio –me dijo mi padre– fue dejado libre para impedir un escándalo social, pero quise prevenirte porque tienes derecho a saber del comportamiento con la persona con que vives».
De por sí ya se decían cosas de él. Por ejemplo, cuenta Monsiváis en su cónica «Los 41 y la gran redada», que «en la hacienda de don Nacho, en Morelos, trabaja por un tiempo Emiliano Zapata, quien –según la leyenda– va por vez primera a la ciudad de México como caballerango de don Nacho, y este viaje, también se dice, perfecciona su homofobia».
Decían, pues, que Ignacio de la Torre estaba enamorado de Zapata.
Los 42 que se convirtieron en 41
Eliminada la presencia de Ignacio de la Torre, aquella fiesta de los 42 se convirtió en «El Baile de los 41», y atravesó el tiempo como el episodio que descubrió la homosexualidad en la Ciudad de México.
Los rumores que flotaba sobre aquella fiesta de hombres inflamaron la imaginación popular. A las manos de la gente llegaban los ejemplares de la Gaceta Callejera, una hoja suelta que se repartía de mano en mano y que en esos días tuvo edición especial titulada: «Los 41 maricones encontrados en un baile de la calle de La Paz el 20 de noviembre de 1901».
Este título iba acompañado de una caricatura que mostraba a un grupo de hombres bailando en parejas. También tenía impreso un corrido que decía: «Aquí están los maricones, muy chulos y coquetones».
A la mofa se sumó, en general, toda la prensa de la época y los grabados de José Guadalupe Posadas que ilustraron el episodio, de principio a fin, con ácidas imágenes acompañadas de frases o versos burlones y homofóbicos. El número «41» se convirtió así en el sambenito de los homosexuales.
Francisco Uriquizo, historiador y cronista de la Revolución mexicana, escribió al respecto: «En México el número 41 no tiene ninguna validez y es ofensivo para los mexicanos. […] La influencia de esa tradición es tal que hasta en lo oficial se pasa por alto el número 41. No hay en el ejército División, Regimiento o Batallón que lleve el número 41. Llegan hasta el 40 y de allí se saltan hasta el 42. No hay nómina que tenga renglón 41. No hay en las nomenclaturas municipales casas que ostentes el número 41. Nadie cumple 41 años».
Quién iba querer cargar con tamaño estigma, luego de conocer el castigo a que fueron sometidos los 41, quienes al día siguiente de la redada les impusieron un peculiar castigó: tuvieron que barrer las calles vestidos de mujer, como los habían encontrado.
Después fueron «expulsados» de la Ciudad de México y trasladados a la cárcel de Belén, en Yucatán, donde tuvieron que someterse al servicio militar con la advertencia, además, de que serían llamados a combate en caso necesario.
Aquí hay que aclarar que nunca hubo lista ni identidad de todos los detenidos, ni archivo de su proceso legal. Esto despertó rumores: que no todos habían recibido castigo. Para atajar esta versión, las autoridades publicaron comunicados en la prensa en los que aseguraban que todos cumplían condena en Yucatán, sin distinción de apellidos.
No fue así. Monsiváis escribió que «en el envío de los homosexuales a Yucatán, a pagar con trabajos forzados su crimen, el número disminuye considerablemente. Son apenas 19. Sin temor de calumniar la honradez proverbial del aparato de justicia en el México de 1901, es seguro que 22 o 23 víctimas de la redada compraron su libertad».
La batalla por los derechos había comenzado
Una novela apareció publicada 5 años después de este episodio. Su título fue «Los cuarenta y uno: novela crítico-social», firmada con el seudónimo de Eduardo A. Castrejón.
Fue editado por primera vez por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y contiene las ilustraciones de José Guadalupe Posadas, un prólogo de Carlos Monsiváis y la coordinación y el estudio crítico de Robert McKee Irwin, un académico especialista en Literatura Comparada, estudios de la cultura mexicana y latinoamericana, y estudios de género y sexualidad.
El libro contiene todo el rechazo de la época a la homosexualidad y el travestismo, pero es profuso en los detalles al describir desde los preparativos de la fiesta hasta el momento de la deportación a Yucatán.
En adelante, el tema alimentó ensayos y crónicas que repasan el clima hmofóbico que predominó durante mucho tiempo en la capital del país y todavía en muchos estados.
A propósito del «Baile de los 41», hay una placa conmemorativa en el Centro de la Ciudad de México. Es una placa de desagravio y en ella se afirma que esa redada de 1901 inaugura de alguna manera la defensa de los derechos civiles de los homosexuales en México. Una batalla que ha sido larga y todavía no concluye.