Síndrome de Estocolmo: ¿Qué es y por qué se llama así?
Medio siglo después del rocambolesco robo de un banco en Estocolmo que terminó con los rehenes defendiendo a su captor, el denominado síndrome de Estocolmo sigue despertando controversia entre los psicólogos.
El 23 de agosto de 1973, un atracador entra en un banco de Estocolmo reteniendo durante días a varios rehenes, entre los que se encuentra la joven de 22 años Kristin Ehnmark que fue víctima de una experiencia psicológica paradójica: terminó defendiendo a su captor y criticando a la policía.
El psiquiatra sueco Nils Bejerot, que colaboró con la policía durante el suceso, acuñó el término síndrome de Estocolmo para definir la reacción psicológica de Kristin y sus tres compañeros. Medio siglo después, y a pesar de su arraigo en la cultura popular, el síndrome de Estocolmo sigue despertando controversia entre los psicólogos.
El ladrón, la rehén y el psiquiatra
“Sven, es solo un disparo en la pierna”. En una reciente entrevista concedida a la BBC, Kristin Ehnmark recordaba como, en un momento crítico de su secuestro, llegó a intentar convencer a otro rehén que se dejara disparar en la pierna por el atracador para que este pudiera demostrar a la policía que iba en serio: “pero voy a evitar los huesos para no hacerte tanto daño”. Este es tan solo uno de los diversos ejemplos citados que señalan el paradójico comportamiento de Kristin durante aquellos días de cautiverio.
Todo comenzó el 23 de agosto de 1973 cuando Jan-Erik Olsson intentó atracar un banco de crédito ubicado en la plaza Norrmalmstorg en el centro de Estocolmo. El atracador se vio sorprendido por dos agentes de policía antes de huir disparando e hiriendo a uno de ellos. Olsson decidió entonces atrincherarse en el banco junto a cuatro rehenes: tres mujeres y un hombre, todos menores de 35 años.
Durante la negociación con la policía, Olsson consiguió que le trajeron a un amigo presidiario: ahora eran dos los secuestradores. A medida que pasaron los días —seis en total— la tensión crecía en las inmediaciones del banco mientras dentro los rehenes comienzan a actuar de forma insólita, principalmente Kristin, la rehén más joven.
No solo medió para que su compañero aceptara un disparo en la pierna que finalmente no se produjo, sino que llegó a discutir con el primer ministro sueco por teléfono argumentando que los secuestradores “eran muy buenos” y que temían más que un ataque policial “causara su muerte”.
Finalmente, los rehenes fueron liberados y los atracadores detenidos sin que nadie más resultara herido. Es entonces cuando surge la figura de Nils Bejerot, conocido por su trabajo conjunto con la policía siendo médico consultor de la prisión preventiva de Estocolmo. Además, Bejerot estaba especializado en el estudio de la drogodependencia siendo un firme defensor de la tolerancia cero y los severos castigos penales para los consumidores, tendencia muy influyente en la Suecia de su época.
Pocos días más tarde de finalizar el secuestro, el negociador Bejerot acuñó el término ‘síndrome de Norrmalmstorg’ para referirse a la experiencia traumática y paradójica que habían sufrido los rehenes poniéndose de parte de su captor. Poco después, el término se renombra como síndrome de Estocolmo.
Síndrome de Estocolmo: los rasgos
Tras el boceto que presentó Bejerot sobre el recién ‘descubierto’ síndrome, diversos psicólogos pasaron a estudiar más profundamente este fenómeno que, un año más tarde, vuelve a ponerse de actualidad cuando Patricia Hearst, nieta del magnate de la comunicación William Randolph Hearst —figura en la que se basó Orson Welles para su célebre Ciudadano Kane—, se une a sus secuestradores del Ejército Simbionés de Liberación perpetrando un asalto a un banco: sus abogados usan el Síndrome de Estocolmo para defenderla en el juicio.
Tanto Hearst como Ehnmark mostraron una serie de rasgos durante su cautiverio que llevaron a los psicólogos a tratar de sintetizar el síndrome:
- El agredido adopta de forma inconsciente una actitud benevolente con el secuestrador para recuperar la homeóstasis fisiológica y proteger su integridad física, tal y como señala Andrés Montero Gómez en su estudio sobre la psicopatología del síndrome de Estocolmo.
- Actitud negativa o belicosa con la autoridad que se considera un peligro para la supervivencia del rehén.
- Estrategia de afrontamiento consciente a través de una conducta adaptativa que ofrece esperanza al rehén en una situación extrema que de otro modo sería desesperada, tal como apunta Celia Jameson en su estudio El ‘pequeño paso’ del amor a la hipnosis: una reconsideración del síndrome de Estocolmo.
- El síndrome de Estocolmo se pone en relación al trastorno de estrés postraumático complejo compartiendo algunos rasgos como los recuerdos intrusivos, las pesadillas recurrentes o las alteraciones emocionales.
Síndrome de Estocolmo: conclusiones y discrepancias
Un año después del atraco y secuestro de Norrmalmstorg, un periodista de la revista New Yorker entrevistó a buena parte de las personas involucradas en el suceso. Todos los rehenes seguían mostrándose benevolentes con el captor, hasta el punto de que en sus respuestas se percibía gratitud hacia el secuestrador, como si “le debiesen la vida”.
Partiendo de estas conclusiones se fueron abriendo diferentes vías de investigación que relacionaban el síndrome de Estocolmo tanto con otros estudios previos como con otros trastornos y síndromes psicológicos y conflictos sociales.
Así, algunos autores vincularon el síndrome de Estocolmo con las investigaciones psicoanalíticas infantiles de Anna Freud, hija de Sigmund. Freud consideró que algunos niños que habían sufrido maltrato establecían una suerte de mecanismo de defensa que consistía en simpatizar con el agresor, tal y como sucede con los rehenes y cautivos que sufren el síndrome descrito por Bejerot.
Ahondando en esta línea de investigación, algunos sociólogos han apuntado una idea controvertida acudiendo al síndrome de Estocolmo para explicar la actitud sumisa del proletariado en relación al capitalismo (más o menos) opresor o a las respuestas europeas al radicalismo islámico.
También controvertida ha sido la relación que se ha establecido entre los rasgos del síndrome de Estocolmo y la actitud de las víctimas de la violencia de género especialmente a través de los libros y trabajos de Dee L.R. Graham y Edna I. Rawlings.
En este sentido, estas autoras comparan el terror sufrido por los rehenes y secuestrados con el terror que implantan los maltratadores en el ámbito familiar, sugiriendo que en ambos casos se establecen estrategias de supervivencia tanto física como psicológica, ya sean conscientes o inconscientes, que girarían en torno al trauma de la victimización.
No obstante, este paralelismo ha sido rechazado por otros investigadores al diferenciar la relación íntima que se tiene con una pareja a la que se puede establecer con un extraño como es, en primera instancia, el secuestrador.
De cualquier forma, el síndrome de Estocolmo sigue despertando gran interés entre los profesionales de la psicología para explicar determinados comportamientos en situaciones extremas aunque, como también señalaba Carlos Ballús, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona, el síndrome de Estocolmo no merecería sensu stricto la denominación de síndrome “al tratarse de una forma peculiar de reacción y conducta no generalizable ni generalizada que responde a un mecanismo de defensa que incluyen la identificación proyectiva con el secuestrador”.