Resuelven el origen del orgasmo femenino

El orgasmo de las mujeres es uno de los grandes misterios de la fisiología femenina. Intentar descubrir su función biológica actual o ancestral ha dado más de un quebradero de cabeza a biólogos y antropólogos.

Un nuevo estudio llevado a cabo por científicos de la Universidad de Yale y el Hospital Infantil de Cincinnati, que se publica en el Journal of Molecular and Developmental Evolution, ha indagado en su origen evolutivo para llegar a comprender algo más del placer sexual femenino.

¿Pero por qué la atención solo se centra en el orgasmo de ellas? «Mientras que el orgasmo masculino tiene una misión clara en la reproducción, que es la transferencia de esperma, no existe tal función en las mujeres. Las mujeres pueden quedar embarazadas sin tener un orgasmo», aclara a Sinc Mihaela Pavlicev, del Hospital Infantil de Cincinnati y coautora del estudio.

«Entonces, ¿para qué sirve?», se pregunta el otro autor del estudio, Gunter Wagner, de la Universidad de Yale. «Es una pregunta que ya se hacía Aristóteles. Y hay una pieza clave en este puzle: algunas mujeres no llegan al orgasmo en sus relaciones sexuales. Si tuviera una función biológica clara, el mecanismo debería ser más efectivo», insiste Wagner.

¿El orgasmo es producto de la evolución?

La respuesta a la que han llegado estos investigadores es que el orgasmo de las mujeres es un vestigio evolutivo: no tiene utilidad práctica para la reproducción, aunque una vez la tuvo. Y «ahora posee nuevas funciones, como sus beneficios psicológicos», explica Wagner.

El ciclo de ovulación de las humanas es independiente de su actividad sexual, sin embargo, en otras especies de mamíferas viene inducido a través del orgasmo. Por esta razón, los investigadores han establecido la hipótesis de que antiguamente las hembras humanas también ovulaban después del clímax sexual, y la evolución modificó este proceso hacia una ovulación espontánea.

Esto significaría que el orgasmo femenino es un resto de aquella función que tenía en nuestras antepasadas y que actualmente se ha perdido, ya que hoy en día no parece existir ninguna asociación entre el placer sexual de las mujeres y la reproducción.

Sin embargo, una característica permanecería invariable desde entonces: la descarga neuroendocrina de prolactina y oxitocina, hormonas que segregan las mujeres en el clímax, juegan un papel esencial en la ovulación de las mamíferas.

«Observamos que el aumento hormonal que acompaña al orgasmo femenino humano también está presente en otras especies y es especialmente importante en aquellas que no ovulan espontáneamente, sino solo después de la cópula, como el conejo, el gato o el hurón», indica a Sinc Pavlicev. «En otras palabras, las hormonas de nuestros orgasmos inducen la ovulación en estas especies», añade.

¿Qué pasa con el clítoris?

Otro de los hallazgos más interesantes del estudio es que ha permitido saber que el clítoris no siempre ha estado en su posición actual.

Gracias a un análisis comparativo de genitales femeninos, los autores se percataron de que «cambiaron de lugar al mismo tiempo que el cuerpo de las hembras pasaba de una ovulación inducida por el macho a una ovulación espontánea. El clítoris pasó de estar en el interior del canal vaginal de las hembras a estar donde actualmente está, pues ya no hacía falta alcanzar un orgasmo para ovular», explica la investigadora. Según creen los investigadores, esto pudo deberse a que había perdido su función hasta ese momento.

El porqué de este cambio y de la evolución a la ovulación espontánea continúa siendo un misterio.

La migración del clítoris lejos de la vagina hizo que fuera menos probable alcanzar el orgasmo con la penetración. ¿Por qué ese cambio, que aparentemente perjudica la predisposición de las mujeres hacia el sexo? «Nosotros no podemos saber las razones por las que la evolución siguió ese camino», responde la investigadora. «Podemos especular que en los comienzos de la ovulación espontánea el orgasmo y las hormonas que se liberan en él recordaran al organismo la ovulación inducida, lo que podría interferir en los ciclos regulatorios e interrumpir embarazos en caso de haberlos. Pero esto son cuestiones que requieren más investigación», concluye Pavlicev.

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