Qué comeríamos en caso de sobrevivir a una guerra nuclear global

Investigadores estadounidenses han hecho un listado de los alimentos que son seguros para comer si EEUU y Rusia se enzarzaran en una guerra nuclear que afectara a todo el planeta.

Un grupo multidisciplinar de investigadores de la universidad estadounidense de Penn State se ha propuesto estudiar las posibles soluciones alimentarias ante una catástrofe global que ponga en peligro nuestra supervivencia. Dentro de ese equipo, Daniel Winstead, tecnólogo de investigación, y Michael Jacobson, profesor de recursos forestales, han estudiado qué alimentos nos qudarían si EE.UU. y Rusia llegaran a lanzarse todo su arsenal nuclear.

En Novaceno hemos visto varios posibles eventos de extinción naturales que pueden poner en peligro nuestra existencia como especie. Algunos, como el impacto de un asteroide o la erupción de un supervolcán, pueden provocar que una densa nube de polvo cubra el cielo durante años. Una nube de esas características impediría la entrada de la luz solar, bajaría las temperaturas drásticamente y haría prácticamente imposible la agricultura, la industria, el comercio y el funcionamiento de las infraestructuras de comunicaciones a nivel mundial.

Quince años de oscuridad

Aunque ya hayan sucedido eventos naturales parecidos en nuestro planeta, la probabilidad de que suceda algo así es baja. Pero ese mismo invierno apocalíptico es más probable que lo creemos nosotros mismos. O más bien dirigentes como Putin, Biden y otros tantos que guardan los códigos de sus arsenales nucleares y que no dudan en amenazar con usarlos si las cosas no salen como ellos quieren. Si a Rusia y a los Estados Unidos les da por utilizar todas sus cabezas nucleares —se estima que entre las dos potencias suman cerca de 11.500, más del 90% del inventario nuclear mundial—, además de provocar una catástrofe sin precedentes que se llevaría por delante millones de vidas humanas y animales, conseguirían que el cielo se cubriera con más de 165 millones de toneladas de polvo o, como apuntan los investigadores, unas 11 veces el peso de las tres pirámides de Giza. Estos efectos fueron descritos por primera vez por Carl Sagan y otros científicos que lo bautizaron con la expresión ‘invierno nuclear’.

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El equipo calcula que una nube como esa reduciría la incidencia de luz solar a menos del 40% cerca del ecuador, y a menos del 5% cerca de los polos si lo comparamos con los niveles normales. Además, dicen que el permafrost cubriría la superficie de la mayor parte de Norteamérica, Europa y Asia. Y en los bosques tropicales húmedos, como las cuencas del Congo o del Amazonas, las precipitaciones podrían reducirse en un 90% durante varios años.

Con este panorama, explican los investigadores, la Tierra tardaría hasta 15 años en recuperarse por completo. Mientras, los supervivientes verían como durante el lustro siguiente las cosechas se perderían en todo el planeta. Solo los trópicos más cercanos al ecuador, donde los cambios de temperatura son menores, permitirían el cultivo de algunas especies.

“Una catástrofe global de bloqueo del sol es más plausible de lo que cualquiera quisiera pensar. Los modelos han mostrado sistemáticamente los efectos devastadores que estos eventos podrían tener para los sistemas agrícolas del mundo durante más de 15 años”, aseguran los investigadores en su estudio. “Hay que encontrar nuevos cultivos tolerantes a la falta de sol, a la sequía y al frío, así como más fuentes de reservas de alimentos, si hay alguna esperanza de alimentar a la población mundial en un escenario así”.

De qué se alimentarán los supervivientes

Para su estudio, Winstead y Jacobson han identificado las poblaciones cercanas a las regiones tropicales con más vegetación, tanto bosques secos como húmedos, y han elaborado una lista de 247 plantas silvestres comestibles. De esa lista, y con la ayuda de los habitantes de los pueblos de la zona, han elegido 33 que podrían alimentarnos durante los años de posguerra nuclear: verduras de hoja, frutas, semillas y frutos secos, raíces, especias, dulces y proteínas que son suficientemente abundantes y que aportan alto valor nutricional, vitaminas y minerales esenciales. Para los investigadores era importante además que esos alimentos se puedan almacenar durante largo tiempo sin refrigeración y den cosecha la mayor parte del año.

Uno de los alimentos más prometedores para los científicos es el gorgojo de las palmeras, una larva rica en grasas y proteínas que se puede tostar y moler para hacer panes y sopas. «La cantidad de calorías en grasa y proteínas que se condensan en esos gusanos es inmensa», dice Winstead. «Puedes cubrir todas las necesidades calóricas de una persona con 30 o 40 tarteras de gorgojos de palmera, y lo único que tiene que hacer es cosecharlos continuamente. Y eso puede caber en la esquina de una habitación».

Otros alimentos interesantes son: el konjac, una hortaliza de raíz amilácea comestible, la raíz de yuca, la seta ostra salvaje, el safou, una fruta aceitosa conocida como la ‘ciruela africana’, varios tipos de espinacas silvestres y amarantos vegetales, o bledos, una verdura que se consume mucho en Africa y que tiene un enorme aporte nutricional.

Además de alimentos para cultivar, los investigadores también hicieron una lista de alimentos que es seguro recolectar justo después del ataque nuclear. Entre ellos están: los frutos de la palma y el tamarindo, las semillas de dilo y acacia, los gusanos de mopane, los baobabs, los ñames, un tubérculo muy popular en las Islas Canarias, y el enset, una planta que dio de comer a los etíopes durante las hambrunas y que es «básicamente un plátano del que se come el árbol en lugar del plátano», comenta Winstead.

Potenciar la biodiversidad clave antes del apocalipsis

El trabajo de los investigadores, además de intentar concienciar al mundo y, sobre todo, a sus dirigentes del peligro que supone la guerra nuclear para nuestra civilización, también manda un aviso sobre la perdida de biodiversidad que provocan nuestros hábitos alimenticios. Según ellos, la mayor parte del mundo se alimenta solo con 12 cultivos y hay muchas variedades de plantes en peligro de extinción que nos ayudarían tanto en la actualidad como en caso de desastre nuclear.

«La biodiversidad no es sólo bonita de ver. Tiene muchos usos, y hay miles y miles de plantas comestibles que la gente come en todo el mundo. Es mucho más importante proteger esas zonas para no perder esa biodiversidad», dice Winstead. «Hay suficiente tierra para todos. Si la gente cooperara de verdad y no acaparara cosas para sí misma, creo que habría suficiente. Tendrá que haber mucha gente bienintencionada para cambiar las cosas»

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