El gran poder de los hombres que le limpiaban el trasero a Enrique VIII
Quienquiera que albergara serias ambiciones políticas en la Inglaterra del siglo XVI, durante el reinado de Enrique VIII, debía aspirar a una de las posiciones cortesanas más preciadas y, superficialmente, más degradante.
En la autocracia del período Tudor de Inglaterra, la arena política no era el parlamento; era la corte real. Convertirse en cortesano, no en diputado, era el comienzo del ascenso a la influencia real. A través de las conexiones correctas, que a veces se cultivan siendo primero un «caballero de la comarca», el señor chambelán -el «administrador de la oficina» de la corte- te juramentaba como cortesano.
Luego hacías un trabajo de baja categoría para el rey, pero al hacerlo podías impresionarlo a él y a uno de los líderes de las diversas «facciones» que competían por su favor.
Esas facciones tendían a ser ampliamente protestantes (radicales) o católicas (conservadoras) y se basaban en líderes particulares como Thomas Cromwell o Thomas Howard, duque de Norfolk. Se consideraba que si eras un cortesano representabas la majestuosidad del rey.
Ese cargo podía ser el trampolín desde el que alcanzar las alturas, como dominar tu condado de origen o incluso la nación entera. Y cuanto más íntimo fueras con el rey, más estrecha la relación que tendría contigo, de manera que te convertirías en alguien muy importante para las facciones que querían tener influencia sobre él. Todo eso haría probable tu ascenso.
En la guarida del león
Cualquiera que fuera el palacio en el que se alojara Enrique VIII, el centro de la corte era su «cámara privada»: la suite de habitaciones de Henry con su dormitorio como el santuario interior. A los «caballeros de la cámara» les pagaban para que fueran toderos y amigos del rey. Un poco más íntimos eran los mozos de cámara. No solo eran los «amigos» de Enrique, sino que le ayudaban a vestirse.
La intimidad en la corte de Enrique VIII podía, sin embargo, ganarse de otras maneras. Un grupo de seis ‘lores del cuerpo’ trabajaban en la habitación del rey, por turnos. Lo despertaban a las 8 de la mañana, lo acostaban y controlaban el acceso a él por la noche. También le ayudaban a cambiarse el chaleco y los pantalones, así como a comer.
Aún más íntimos
Pero la posición más íntima de todas era la del «groom of the stool» o, literalmente «mozo del taburete», refiriéndose al mueble en el que se hacían las necesidades, aunque en un siglo después parece que empezó a perder ese significado y a adoptar el otro que tiene esa palabra en inglés: «mozo de las heces».
En cualquier caso, ambos eran apropiados, pues básicamente se trataba del hombre que le ayudaba al rey cuando hacía sus necesidades. Enrique VIII confiaba tanto en esta figura que los llamaban «los principales caballeros de la cámara».
Desde la época de Enrique VII en adelante, ese mismo hombre también estaba a cargo del «bolso privado»: era el tesorero personal del rey. De hecho, prácticamente dirigía la política fiscal de Inglaterra.
Hacia el final del reinado de Enrique VII, se decidió que la corte real necesitaba más dinero y, por lo tanto, se instituyeron diversos planes para expropiar dinero de la nobleza (la rica ‘nobleza inferior’ compuesta de caballeros, descendientes no caballeros de caballeros y granjeros caballeros).
En particular, los antiguos derechos feudales del rey, muchos de ellos olvidados hace mucho tiempo, comenzaron a aplicarse rigurosamente.
Se decidió que la aristocracia sería fuertemente multada por delitos menores y los menores que heredaran propiedades feudales se convertirían en pupilos de la corona.
Eso quería decir que la corona podía administrar sus propiedades para su propio beneficio hasta que los menores alcanzaran la edad adulta, y entre tanto utilizar a los chicos como sirvientes de la corte.
Este «terrorismo fiscal» hizo que la corona, y por lo tanto el gobierno, se hiciera inmensamente rico, y quien dirigía esa riqueza era el mozo de las heces.
Como verás, cambiarle la ropa interior del rey fue claramente una de las mejores maneras de asegurarse de que algún día pudieras cambiar el país, aunque a veces te podía costar la cabeza.
El primero en limpiarle el trasero a Enrique VIII
El primer mozo de heces de Enrique VIII fue Sir William Compton (circa 1482-1528), quien desempeñó el cargo desde 1509 hasta 1526. Su padre murió cuando tenía alrededor de 11 años. Como heredero, Compton se convirtió en un pupilo de Enrique VII, quien lo hizo paje del príncipe que llegaría a ser Enrique VIII.
Los dos jóvenes se hicieron muy cercanos y cuando Enrique llegó al trono, nombró a su amigo de toda la vida como su limpiador principal de trasero. Gracias a su intimidad con Enrique VIII (y la consiguiente capacidad de influir en el patrocinio real), Compton se hizo excepcionalmente rico.
Para 1521, Compton administraba más propiedades reales que todos los demás cortesanos juntos. Enrique VIII lo colmó además con cargos lucrativos, entre ellos canciller de Irlanda, sheriff de Worcestershire y de Somerset y Dorset.
Compton murió de sudor inglés -también llamado sudor anglicus o pestis sudorosa-, una enfermedad muy contagiosa y generalmente mortal que afectó a Inglaterra en varias oleadas durante los siglos XV y XVI, para luego desaparecer.
¿Quién iba a limpiar al rey?
Al igual que Compton, su sucesor Sir Henry Norris (c1490-1536) de Berkshire era de una familia noble y empezó como paje.
En 1526, se convirtió en el mozo de la heces y le ayudó a Ana Bolena a establecerse en la corte y convertirse en la líder de su facción protestante. En 1536, esa facción abogó por usar el dinero de los monasterios disueltos para ayudar a los pobres y acogió con satisfacción el logro de una alianza con Francia.
Pero Thomas Cromwell, uno de los más poderosos y fervientes defensores de la Reforma inglesa, quien había sido aliado de Ana Bolena, quería usar ese dinero para el rey y para mismo, y para aliarse con el Sacro Imperio Romano. Por eso Ana Bolena y sus partidarios se convirtieron en una amenaza para él, así que orquestó su eliminación.
La reina era muy coqueta, por lo que levantaba sospechas de adulterio; Cromwell buscó pruebas. Una de ellas fue una conversación olvidada entre Norris y la reina, en la que Ana Bolena le había hecho una broma.
Luego, Cromwell interrogó al músico de la corte Mark Smeaton y, quizás bajo tortura, confesó haber cometido adulterio con la reina y nombró a Norris y otros también culpables.
El 1º de mayo de 1536, Enrique VIII y sus cortesanos más cercanos estaban celebrando con una justa en Greenwich cuando el rey recibió una nota. De repente se levantó, abandonó a su esposa y le exigió que Norris lo acompañara a Westminster.
Al final del mes, la reina y los cortesanos Henry Norris, Jorge Bolena -el hermano de Ana y caballero de cámara-, Mark Smeaton, Francis Weston y William Brereton habían sido decapitados por traición.
El último
El último en ocuparse de las intimidades de Enrique VIII fue Sir Anthony Denny (1501-49). Era un protestante extremo que se alió con Cromwell y se convirtió en un cortesano en la década de 1520.
En el momento de la muerte de Enrique VIII en 1547, Denny era el mozo de las heces y controlaba quién podía ver al monarca postrado en cama. Fue entonces que enfrentó su momento más difícil y decisivo: Enrique VIII tenía que terminar de hacer su testamento, pero era traición decirle al rey que se estaba muriendo.
Así que Denny, su compañero más íntimo, se arriesgó y se aseguró de que Edward Seymour fuera nombrado Lord Protector, garantizando así el poder para la facción protestante tras la muerte del rey.
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La sucesora de Enrique VIII, Isabel I, no tuvo tal servicio por ser mujer, pero el cargo retornó con Jacobo I, con el nombre de Lord of the Bedchamber -el señor de la alcoba privada-, y se usó hasta el ascenso al trono de la reina Victoria, aunque su esposo e hijo gozaban de un servicio similar. Fue totalmente descontinuado en 1901.