Demuestran por primera vez que el ejercicio puede ser una «medicina» para el cáncer
El ejercicio físico no es solo un aliado del bienestar, sino un actor terapéutico de primer orden. Estudios recientes han demostrado que prácticas como caminar a paso ligero o trotar moderadamente no solo alivian el peso psicológico del cáncer —como la ansiedad o la depresión—, sino que también reducen la fatiga derivada tanto de la enfermedad como de sus tratamientos más agresivos.
Y aunque muchos de estos trabajos no nacieron con el propósito de evaluar la eficacia del ejercicio como arma médica, han ido revelando una constante: quienes mantienen una vida activa tienen mayor probabilidad de sobrevivir a ciertos tipos de cáncer, entre ellos el de colon, próstata y mama.
Ahora, una nueva página se ha sumado a la evidencia del ejercicio como “medicina” para el cáncer. Durante la reunión anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Médica (ASCO), celebrada en Chicago, se presentó un ensayo clínico que lleva esta hipótesis un paso más allá.
Por primera vez, se ha probado formalmente si el ejercicio puede funcionar como un tratamiento médico, equiparable —aunque complementario— a la cirugía, la radioterapia o la quimioterapia. El resultado es una sacudida al paradigma tradicional: no solo es posible, sino que podría salvar más vidas.
El primer estudio de su clase
El estudio, publicado en The New England Journal of Medicine marca un hito en la investigación oncológica. Se trata del primer ensayo fase 3 que aporta evidencia de nivel 1 —la más rigurosa— sobre el impacto del ejercicio en la supervivencia de pacientes con cáncer. Hasta ahora, los estudios preclínicos y observacionales habían sugerido que la actividad física podía mejorar el pronóstico oncológico, pero faltaban pruebas definitivas y aleatorizadas. El ensayo CHALLENGE, como fue bautizado, llena ese vacío con cifras contundentes.
El proyecto, coordinado por el Grupo Canadiense de Ensayos en Cáncer, se extendió durante 17 años y se llevó a cabo en 55 centros. En total, participaron 889 pacientes con cáncer de colon en estadios II y III de alto riesgo, todos ellos ya tratados con cirugía y quimioterapia adyuvante.
La mitad fue asignada a un programa estructurado de ejercicio durante tres años, mientras que la otra mitad solo recibió materiales educativos sobre salud. El objetivo principal del estudio era medir la supervivencia libre de enfermedad: es decir, cuántos pacientes lograban evitar recaídas, nuevos cánceres o fallecimientos en ese periodo.
Los resultados
Los resultados fueron reveladores. A una media de 7,9 años de seguimiento, la supervivencia libre de enfermedad fue significativamente mayor en el grupo que hizo ejercicio, con un 80,3% a los cinco años frente al 73,9% en el grupo educativo.
En términos estadísticos, el riesgo de recaída, nuevo tumor o muerte se redujo en un 28%. La supervivencia global a ocho años también fue notablemente superior: 90,3% frente a 83,2%, lo que representa una diferencia absoluta de 7,1 puntos porcentuales.
Efectos adversos
Como era de esperar, hubo algunos efectos adversos: los eventos musculoesqueléticos fueron más frecuentes en el grupo que practicó ejercicio (18,5% frente a 11,5%), pero en general se trataron de molestias menores, sin complicaciones graves. Para los investigadores, la balanza entre beneficios y riesgos es clara: el ejercicio mejora la salud física, reduce el riesgo de recaída y alarga la vida de los pacientes oncológicos.
“Este estudio muestra que el ejercicio no debe verse más como una simple recomendación para sentirse mejor, sino como una terapia formal contra el cáncer de colon”, ha declarado Kerry Courneya, profesor de la Universidad de Alberta y uno de los autores principales del ensayo. Ahora, los expertos consideran que el siguiente paso es implementar programas de ejercicio estructurado dentro del sistema sanitario, integrando a entrenadores y fisioterapeutas en los equipos médicos multidisciplinarios.
Este enfoque, sin embargo, implica un cambio de mentalidad. El sistema sanitario deberá incorporar no solo nuevas disciplinas, sino también nuevas rutinas: incluir sesiones físicas guiadas en hospitales, ofrecer seguimiento personalizado y formar profesionales capaces de diseñar programas seguros y eficaces. La medicina del futuro puede que no solo se administre en cápsulas o a través de bisturís, sino también en cada zancada.
Quizás lo más revolucionario de este hallazgo no es que el ejercicio mejore la salud —eso ya lo sabíamos—, sino que ahora lo sabemos con certeza científica, con datos sólidos y contrastados. Caminar, correr, moverse… puede ser, literalmente, correr hacia la vida.