Claves para cambiar nuestra alimentación y hacerla más sostenible
El último informe sobre cambio climático y tierra del IPCC, el panel internacional de expertos que asesora a la Organización de Naciones Unidas (ONU), ha sido contundente: es necesario cambiar el modelo alimentario si queremos combatir la crisis climática. En esta ocasión, la alerta no solo va dirigida a la industria, también a los consumidores: “El cambio en la dieta puede tener beneficios ambientales a gran escala que no son alcanzables únicamente por los productores”, apuntan los expertos en el texto.
«Cuando se publican alertas de este tipo pueden parecer muy apabullantes y muchas veces pensamos que no podemos hacer nada, pero sí es posible hacer mucho. Hay que ir con prisa y sin pausa, pero adaptando los cambios poco a poco», apunta Celsa Peiteado, coordinadora de política agraria y desarrollo rural de WWF.
Precisamente esta organización ha desarrollado un proyecto, LiveWell, con el que busca concienciar sobre la huella que deja nuestra alimentación en el medio ambiente y aporta ciertas claves para ayudar a luchar contra el problema.
Reducir el consumo de carne y comprar solo aquella que sea sostenible
En contra de lo que pide la ONU, la alimentación en occidente es rica en carnes y grasas. Algo que es negativo tanto para el medio ambiente como para la salud, asegura Peiteado: «De media consumimos hasta un 70% más de proteínas de las que recomiendan los expertos». Por esto, lo primero que debemos hacer es reducir el consumo de productos de origen animal. Optar por una dieta vegetariana o vegana es una opción, pero tampoco es necesario llegar hasta este punto. Es posible reducir la cantidad de carne y también comprar aquella que se produce de forma sostenible.
La clave está en conocer el tipo de ganadería en la que se han criado los animales. «Debemos buscar los que provienen de la ganadería extensiva, como las cabras y ovejas que pastan, y no los que vienen de la intensiva», explica Peiteado. El tipo de producción que recomienda la experta se rige por estándares de bienestar animal y, además, «el pasto con el que se alimentan contribuye a combatir la crisis climática». El problema es que no existe una legislación que obligue a la industria a diferenciar entre las dos formas de criar el ganado, lo que dificulta la compra en el supermercado. Pero no es imposible.
«Existen marcas privadas que apuestan por criar a los animales en libertad y venden directamente a los consumidores», apunta la experta. Además, ya pueden verse algunos productos que contienen el sello de producción ecológica.
Aumentar los alimentos vegetales, pero de proximidad y temporada
Con la disminución de los alimentos de origen animales en nuestras cocinas va necesariamente de la mano un aumento de los vegetales. Aunque, ojo: no todos son igual de buenos para el medio ambiente.
Si lo que queremos es contribuir a la lucha contra la crisis climática, recomiendan huir de los más habituales y optar por otros menos usuales: Cuando nos dicen que comamos más verduras y cereales solemos ir a los de siempre —el arroz y el maíz— y dejamos de lado otros cultivos. Hay que optar consumir por plantas capaces de adaptarse a los impactos del cambio climático, como el centeno, la cebada y los múltiples tipos de leguminosas«.
En cuanto a la fruta y la verdura, la historia de siempre: productos de temporada y proximidad. Es la única forma de reducir la huella que deja en el medio ambiente su traslado desde el cultivo hasta nuestra cocina.
Planificar menús para no tirar comida
La reducción de las emisiones de CO2 relacionadas con nuestra alimentación no solo pasa por comprar alimentos de proximidad, también debemos pensar dónde los compramos. No es lo mismo ir al mercado del barrio con nuestro carrito de la compra que coger el coche para hacer la compra en un supermercado a varios kilómetros de nuestra casa o pedirla online y que la lleve un camión.
Una vez hecho el cambio a las tiendas locales, toca pensar en las cantidades. Otro de los problemas citados en el informe de la ONU es el malgasto de alimentos. Se estima que tiramos alrededor de un tercio de la comida, lo que supone un 8% de los gases de efecto invernadero que se liberan para elaborarla. En muchos países, esto ocurre durante el proceso de producción y traslado; pero en occidente la mayor parte de lo que tiramos está en lo que compramos para comer en casa. Esto es un derroche de agua y energía, además del problema moral que conlleva.
El ritmo de vida actual es frenético y complicado, y no todo el mundo puede permitirse bajar al mercado cada día para buscar lo que va a comer. Por esto, muchas veces optamos por llenar la despensa y la nevera de alimentos que pueden acabar en la basura. Evitarlo es más sencillo de lo que parece: Hay que comprar de forma responsable. Si es posible, hacerlo cada dos o tres días y adquirir solo lo que vamos a comer. Si no, planificar los menús de la semana e incluir recetas que aprovechen las sobras son formas de evitar el despilfarro.
No comprar alimentos envasados en plástico
Hacer una compra consciente no solo consiste en no llenar el carrito a rebosar. También hay que mirar en qué vienen empaquetados los alimentos. Muchas grandes cadenas de supermercados han sido duramente criticadas por los consumidores por vender frutas y verduras envueltas en plásticos.
Esto aumenta la producción de residuos, algo que también tiene un alto impacto en el ecosistema. No está de más recordar que cada año llegan entre 8 y 12 millones de toneladas de este material a los mares y océanos. Esto es como si se descargara un camión lleno cada minuto del día.
Ya que nos fijamos en los envases, pensemos que los productos procesados y ultraprocesados son los que más plástico llevan. Por lo tanto, como última recomendación, los expertos apuntan a optar por los alimentos frescos.
Entendemos que los cambios pueden parecer complicados, pero podemos ir poco a poco. Por ejemplo, empezar por los ‘lunes sin carne’ e ir cada mes adoptando una nueva medida.