Cada vez habrá más arcoíris (y no es una buena noticia)

Es casi imposible asociar el arcoíris con algo malo. Para todo el mundo es una alegría ver cómo se forma en el cielo, sobre todo cuando se observa el arco completo. Psicológicamente, solo parece tener connotaciones positivas. Pero, climáticamente hablando, ¿podemos decir lo mismo? Es decir, ¿cómo podríamos relacionarlo con el cambio climático?

Esta es una pregunta que se hizo recientemente un equipo de científicos de varios centros de investigación estadounidenses. Al fin y al cabo, el cambio climático modificará el comportamiento de las precipitaciones tal y como lo conocemos, por lo que es esperable que haya lugares del planeta en los que se vean más arcoíris y otros en los que poco a poco se conviertan en una rareza. 

Para comprobar cuáles son esos lugares y, sobre todo, si el resultado podría verse como algo positivo o negativo, estos científicos realizaron una serie de modelos a base de fotografías. Los resultados demuestran que, efectivamente, el cambio climático puede influir en su presencia. Aunque aún no está claro qué connotaciones puede tener a nivel psicológico.

¿Cómo se forma el arcoíris?

El arco iris se forma cuando el sol asoma fuera de las nubes mientras llueve o inmediatamente después. En ambos casos, la atmósfera sigue cargada de gotas de agua, que actúan como prismas, descomponiendo la luz de los rayos solares que inciden sobre ellas.

Así, lo que inicialmente es luz blanca, se descompone en todos esos colores que vemos en forma de arco. Aunque en realidad no es un arco, sino un círculo. Lo que ocurre es que la parte inferior no puede verse por la interferencia del horizonte.

Desde el nivel del suelo, solo puede verse bajo ángulos solares de entre 0 ° y 42 °, que se dan temprano por la mañana o al final de la tarde. Además, lo ideal es que no haya demasiadas nubes que puedan bloquear la luz solar.

Además, como es lógico, también es necesario que llueva. Esas precipitaciones líquidas son las que facilitan la refracción de la luz, por lo que está claro que el cambio climático debe influir de alguna forma.

Carlson et al.

Los efectos del cambio climático, según los modelos

Para la realización de este estudio, publicado en Global Environmental Change, sus autores desarrollaron una base de datos compuesta por fotografías de arcoíris de todo el mundo y diversas fuentes. Después, entrenaron un modelo empírico sobre la ocurrencia de este fenómeno y lo probaron tanto con el clima actual como con tres escenarios climáticos futuros. 

Así, vieron que, actualmente, en la Tierra hay de media 117 ± 71 días por año con condiciones adecuadas para el arcoíris. Sin embargo, es probable que para 2011 esa media aumente entre un 4% y un 4,9%. Aunque esto no se distribuiría homogéneamente. De hecho, entre el 21% y el 34% de las áreas terrestres perderían días de arcoíris. En cambio, entre el 66% y el 79% sí que experimentaría ese aumento. 

Los puntos críticos donde comenzarían a verse menos arcoíris incluyen el Mediterráneo, gran parte de Brasil y el noreste de América del Sur, el sur de Australia y partes de África Central y Meridional. En el otro extremo, los puntos calientes en los que se verá este fenómeno con más frecuencia serían el norte de América del Norte (por ejemplo, Alaska) y Eurasia (por ejemplo, el norte de Noruega), la península de Corea, Japón, la meseta tibetana y el este de Borneo. 

Todo esto puede parecer una buena noticia para estos últimos y un mal menor para los primeros. Sin embargo, los autores del estudio inciden en que esto no es ni más ni menos que una nueva consecuencia del cambio climático. La disminución del arcoíris implica más sequías y, su aumento, podría estar vinculado a lluvias torrenciales.

También puede afectar a nivel psicológico

Además de su relación con las precipitaciones, esto podría tener consecuencias psicológicas. Y es que, según explican los autores, el arcoíris suele provocar bienestar y una conexión con la naturaleza. Sin embargo, con estos nuevos escenarios, se podría cambiar la concepción que los humanos tenemos de dicho fenómeno. Por ejemplo, si va ligado a lluvias torrenciales e inundaciones, podría dejar de verse como algo positivo. Y, en cambio, quienes los verán cada vez menos echarán de menos esa conexión con la naturaleza de antaño. 

Todo esto son suposiciones, que requerirían un análisis psicológico de los datos. No obstante, lo que está claro es que, si no tomamos medidas, en los próximos años todo cambiará. Y quizás incluso lo que en su día solo podía relacionarse con positividad y buenas vibraciones, se acabe convirtiendo en algo aterrador.

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