“Tirar manteca al techo”: ¿Cómo nació esta frase?
Miles de veces utilizamos esta frase sin conocer realmente cómo nació o qué tiene que ver la manteca con el dinero. Pocos saben que su origen data del siglo XX los jóvenes de la alta sociedad de Buenos Aires gastaban mucho dinero en cabarets y se divertían tirando manteca al techo usando sus cubiertos como catapultas.
La idea era competir para ver quién era capaz de dejar pegados más pedazos de manteca o cuál de ellos se mantenía adherido por más tiempo, ganando también el que más tiraba provocando luego la caída de las bailarinas que patinaban con la manteca cuando esta se caía al piso.
La autoría de ese caprichoso entretenimiento fue Martín Máximo Pablo de Álzaga Unzué, “Macoco” para los amigos. Un hombre real que nació en Argentina y que figuró en el libro Guiness no sólo por su marca establecida en 1924 por haber ganado el Gran Prix de Marsella, sino también por haber sido el argentino que más dinero gastó en su vida.
Fue un personaje de la nobleza argentina del siglo XIX que tiene anécdotas dignas de un film de Hollywood.
Macoco solía invitar a comer a sus amigos al restaurante Maxim’s de París. En uno de sus salones especiales había una pintura en el techo con unas valquirias de senos prominentes que sobresalían de los escotes. Una noche, tentado por el aburrimiento digno de un «enfant terrible«, colocó manteca en un tenedor para ver si embocaba entre los senos de las mujeres de la pintura. Acto seguido se presenció un torneo de tiradas de manteca al techo entre todos lo que lo acompañaban.
“Lo de ‘tirar manteca al techo’ es de moi, eso sí lo acuñé yo”, afirmó Macoco, con una sonrisa.
El torneo culminó en un desastre total con la manteca chorreando del cielorraso y creando un verdadero desastre en el salón del exclusivo restaurante… Esta diversión le salió un poco cara a «Macoco» ya que hubo que pagar un adicional por el costo de la limpieza del salón.
La vida que inspiró un clásico
A Martín lo llamaban cariñosamente Macoco. Al parecer hubo un reino africano llamado igual, poblado por caníbales, aunque ese no era el motivo del apodo. Álzaga Unzué cazaba mujeres, pero no se las comía. Si bien solo se casó dos veces –primero con la socialite Gwendolyn Robinson y después, con la actriz y modelo Kay Williams, que posteriormente pasaría por el altar con Clark Gable–, se le atribuyen romances con Rita Hayworth, Gloria Swanson, Dolores del Río, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Ginger Rogers, Claudette Colbert y Carmen Miranda, entre muchas otras.
«¿Qué se necesita para ser un playboy?», le preguntaron una vez a Macoco. Su respuesta: «Tener mucha plata, cultura, amistades, simpatía, decencia y, sobre todo, mundo; un playboy no es tal hasta que participe de un safari africano y pegue una vuelta al mundo en el yate de un príncipe hindú». Él tuvo todo lo uno e hizo todo lo otro, y muchas cosas más. Fue socio de mafiosos, hizo negocios con presidentes como Perón y De Gaulle, se codeó con mentes geniales como Marie Curie y Alexander Fleming y fue, o al menos eso se dice, el modelo en el que su amigo Francis Scott Fitzgerald se inspiró para crear al protagonista de El gran Gatsby.