Un doctor holandés creó una máquina que te ayuda a morir
En 2001, Holanda incluyó la eutanasia en la ley. Ésta entró en vigor en 2002, lo que convirtió a Holanda en uno de los países más progresistas en este tema. En 1996, Philip Nitschke pasó a la historia como el primer doctor en administrar, legalmente, una inyección letal a uno de sus pacientes. Dentro del debate internacional que gira en torno al tema de la eutanasia, Nitschke es uno de los defensores mejor conocidos y más polémicos.
No sería una locura decir que Nitschke, apodado ‘Dr. Muerte’, es un «gurú de la eutanasia». Nitschke es el fundador de Exit International, empresa que promueve la eutanasia voluntaria, y también escribió el manual de suicidio, The Peaceful Pill. En un principio, Nitschke defendió la aplicación de la eutanasia para los enfermos terminales, pero desde entonces ha cambiado de parecer. Ahora está convencido que la eutanasia no debería estar limitada por condiciones y opiniones, sino que debería ser algo que cada persona pueda escoger libremente. En años recientes, el ‘Dr. Muerte’ pasó mucho tiempo diseñando Sarco, una máquina de suicidio impresa en 3D, la cual, según él, permitirá a las personas morir pacíficamente. Como consecuencia de su invención, Nitschke y sus ideas han atraído los reflectores una vez más. Platicamos con el polémico doctor sobre la eutanasia como derecho humano, de su propia muerte, y de su invención más reciente: el Sarco.
Tonic: Vayamos al grano. ¿Qué opinas de tu apodo ‘Dr. Muerte’?
Philip Nitschke: Te acostumbras. Por supuesto, preferiría tener un apodo más amable, pero creo que también ayudaría involucrarme en temas más amigables.
Sí, porque eres muy polémico. ¿Cómo te interesaste tanto en este tema?
En realidad es una cuestión política. Cuando trabajaba en Australia para legalizar la eutanasia, conocí a más y más personas que querían morir sin una razón médica. Una de ellas era una académica francesa que planeaba morir a los 80 años. No porque estaba enferma, simplemente porque creyó que era una buena edad para morir. Cuando respondí con cierto escepticismo, me contestó —estaba en lo cierto— que no era nadie para juzgarla. Me dijo que era su decisión, una decisión libre de las reglas que sigo como doctor. En parte gracias a ella, cambié de parecer. Me convencí que la muerte debería ser un derecho para todo ser humano.
Es una opinión polémica. ¿Cuál es el contraargumento más recurrente al que te enfrentas?
El argumento más común en mi contra es que no existe tal cosa como un suicidio racional, es decir, el deseo de morir es, por definición, el resultado de una enfermedad psiquiátrica. Rechazo esta idea. El deseo de morir de alguien no es algo que necesita ser tratado. Otra objeción es que la vida es un regalo del cual deberíamos estar agradecidos. Mi contraargumento es que, en efecto, la vida es un regalo al que puedes renunciar o regalar. De otra forma, ¿no sería más un castigo que un regalo?
¿Acaso no eres responsable también, hasta cierto punto, por facilitar la opción de cometer suicidio?
No creo que es justo decir eso. Mira, creo que escoger tu muerte es un derecho. Si me dijeras en estos momentos que tienes pensado quitarte la vida, ¿debería detenerte? No lo creo. Tú, al ser una entidad autónoma, eres libre de tomar cualquier decisión. No me haría feliz, pero es tu decisión. En ese caso, lo único que puedo hacer es ofrecerte una muerte pacífica.
¿Pero no crees que estás bajando el límite para las personas que bien podrían escoger una ruta alternativa como, por ejemplo, la psicoterapia?
Eso no lo sabes. En ese caso, ¿apoco las personas que les gustaría morir no podrían lanzarse a las vías del tren más seguido? ¿O morir ahorcados? Las personas que de verdad quieren morir podrían escoger una muerte violenta. En el Reino Unido, el ahorcamiento es el método más usado para cometer suicidio. La gente no conoce las alternativas, saben cómo funciona este método, y siempre hay cuerda disponible; esto no significa que deja de ser una forma horrible para morir. Lo único que digo es que todos deberías poder morir pacíficamente, ya sea con ayuda de medicamentos o el Sarco. Tal vez haya personas que podrían abusar del Sarco o de un medicamento en particular, pero también hay muchos que se beneficiarían. Por ejemplo, podría funcionar como un respaldo para los adultos mayores enfermos de gravedad. Saber que pueden morir en paz les daría un sentimiento de felicidad. De esta manera, no tendrían que hacer algo descabellado como saltar a las vías del tren o aventarse de un puente o un risco.
Crees que la muerte es un derecho humano. ¿Entonces por qué existe un límite de edad de 50 años en The Peaceful Pill?
Se ha hablado mucho del límite de edad. Mi punto de vista es que la persona necesita ser un adulto en pleno uso de sus facultades mentales para poder tomar una decisión de esta magnitud. Sin embargo, en los Estados Unidos recibí muchas críticas por ello en 2011. Me acusaron de alegrarme cuando los jóvenes cometen suicidio. Por eso añadimos la condición de haber tenido una experiencia de vida considerable y el límite de edad aleatorio de 50 años. Era la única manera de demostrar que no contribuimos al suicidio entre jóvenes, pero no cambia mi punto de vista filosófico.
El Sarco elimina las etapas preliminares de la eutanasia, con un doctor resguardando la operación. ¿Acaso no es necesario garantizar cierta precisión? Es como si yo entrara a una farmacia y pudiera comprar cualquier medicamento sin receta.
Sigues atorado en el ámbito médico. En mi opinión —y sobre todo cuando se trata del Sarco— no se necesita un doctor. De todos modos hay requisitos que las personas necesitan cumplir antes de ser consideradas, por ejemplo, no tener problemas mentales. Esto se determina por medio de un cuestionario en línea. En el futuro, la inteligencia artificial será capaz de determinar esto rápidamente y con más precisión que un doctor.
Estás a favor de un escenario donde las personas con depresión también puedan usar el Sarco. ¿Son capaces de tomar esta decisión?
La gente con depresión tendrá que aprobar, siempre, el examen que determine su capacidad mental. Muchas personas depresivas aún tienen la capacidad mental para darse cuenta de la muerte en permanente. La depresión no es un factor de exclusión para usar el Sarco. Pero si estás deprimido o físicamente enfermo hasta el punto de no poder saber lo que haces, entonces no pasarás la prueba y el Sarco no será una opción para ti.
¿Puedes explicarnos cómo funciona el Sarco?
El sarcófago puede imprimirse en una impresora 3D y utiliza nitrógeno líquido, el cual se compra legalmente. Después de acomodarte dentro de la máquina, el nitrógeno comienza a fluir. Después de un minuto y medio comienzas a sentirte desorientado —similar a cuando te pasas de copas—y unos minutos después pierdas la consciencia. En cinco minutos, dejas de existir. La única forma de controlar el sarcófago es desde adentro, así que no es posible matar a alguien con él. También puedes escoger una vista obscura o transparente para llevar el sarcófago adonde quieras. Espero que los prototipos estén disponibles a principios de 2018. Es muy probable que el primer Sarco se construya en Suiza, porque hay alguien interesado en la máquina. Los abogados holandeses nos han dicho que usar la máquina no es ilegal porque en Holanda no es un crimen terminar tu propia vida. Lo único que hago es proveer las instrucciones y esquemas en línea, pero no doy instrucciones personales y no se requiere asistencia para operar la máquina. El usuario tiene el control total.
Regresando a la opción de poder escoger una vista, ¿qué paisaje escogerías?
Escogería la parte norte de Australia y pondría mi Sarco en el desierto, durante la puesta de sol. Aunque pensándolo bien, sería difícil llevar el nitrógeno por la distancia.
Si estás dentro del Sarco y cambias de parecer, ¿hay un botón de pánico que puedas apretar?
Sí, hay una ventana de emergencia que se abre en cuanto presionas el botón y permite la entrada de oxígeno. Además puedes presionar el botón para detener la operación.
¿Qué piensa tu familia de tus creencias?
Mi madre apoyaba mucho mis ideas. Pasó sus últimos días en una clínica, porque ya no podía vivir en su casa. Odiaba ese lugar y quería morir. Pero no estaba enferma, y por lo mismo no pudo calificar para la eutanasia. Tampoco podía recetarle nada porque todos sabrían que habría sido yo. Saber que podía ejercer su voluntad habría sido un tremendo consuelo para ella.
¿Has recibido amenazas de muerte de tus opositores?
En los últimos 20 años he sido muy afortunado de recibir sólo unas cuantas. Pero hace poco recibí la primera amenaza seria. No sé si fue un fundamentalista o alguien que vende medicamentos ilegales de eutanasia. En mi libro menciono varias páginas web falsas que venden pastillas por 700 euros. También podría tratarse de un estafador. En cuanto a eventos públicos, siempre nos aseguramos de contar con medidas extremas de seguridad.
FUENTE: VICE.COM