50 años de «El Lado Oscuro de la Luna» , la obra maestra de Pink Floyd que cambió el curso de la música

«Creo que todos sabíamos que The Dark Side Of The Moon era un muy buen disco cuando lo terminamos, sin duda una obra completa mucho mejor que cualquier otra cosa que hubiésemos hecho antes. Pero no ofrecía ningún indicio de potencial comercial, de modo que yo me quedé tan sorprendido como todo el mundo cuando empezó a tener tanto éxito». La sencillez del relato proviene nada menos que de la pluma de Nick Mason, baterista de Pink Floyd y autor del libro Dentro de Pink Floyd.

The Dark Side Of The Moon fue lanzado al mercado estadounidense el 1 de marzo de 1973 y al británico, el 24 de marzo de ese mismo año. Grabado en los estudios Abbey Road de Londres, este álbum tuvo la particularidad de ser presentado antes en vivo. La primera versión se llevó a cabo en febrero de 1972, en el Rainbow Theatre, una sala al norte de la capital británica. Para montar ese show la banda contó con nueve toneladas de instrumental en tres camiones, siete altavoces para auditorios, un nuevo equipo de sonido y una mesa de mezclas de 28 canales con cuatro salidas cuadrafónicas.

Como voz más que autorizada por ser uno de los miembros fundadores, Mason revela varios secretos en el capítulo «No existe ninguna cara oscura». El disco en el que compartió la producción y la composición con sus compañeros David Gilmour, Roger Waters y Richard Wright, fue «horneado» casi literalmente en la cocina de su casa de St. Augustine’s Road, en el barrio inglés de Camden.

Vale recordar que a esa altura Syd Barrett ya se había alejado de la banda y se encontraba en un profundo ostracismo. Aunque era un muy buen momento para los integrantes que se mantenían dentro del grupo, el estrés surgió como un posible hilo conductor de este álbum bisagra.

Para 1973, la banda ya tenía un nombre relativamente consolidado en la escena musical británica, pero estaba lejos de ser un fenómeno mainstream. Su propuesta sonora había encontrado tierra fértil en quienes seguían la psicodelia que, por entonces, daba a luz composiciones con muchas texturas y buscaba generar imágenes en los oyentes.

Roger Waters, el bajista, apostaba por ir más allá. Quería crear canciones que hablaran de la vida cotidiana: la angustia, la soledad, la locura, el dinero, el tiempo. Con reuniones en la casa del baterista Nick Mason fue convenciendo al resto del grupo. El disco debía ser algo que apelara a lo humano. Años después, David Gilmour, el guitarrista, lo contó así a la revista Rolling Stone: “Creo que todos pensamos, y Roger definitivamente pensó, que muchas de las letras que habíamos usado eran demasiado indirectas. Definitivamente había una sensación de que las palabras iban a ser muy claras y específicas. Eso fue un salto adelante”.

Waters relató en una entrevista con la cadena de televisión californiana KLCS que esa idea ya le venía desde que escuchó el fundamental Sgt Pepper’s lonely hearts club band (1967) de The Beatles. “Aprendí un montón de la canción protesta cuando era adolescente. Pero aprendí de John Lennon, Paul McCartney y George Harrison que era correcto componer sobre nuestras vidas, sobre lo que sentíamos, para poder expresarnos”.

Y tal como el LP de los Fab Four, el trabajo de Pink Floyd también sería musicalmente sofisticado. El proceso fue largo, tomó desde junio de 1972 hasta enero de 1973, y hubo tiempo para que varios de los temas fueran probados en vivo antes de ser registrados. Con eso, el grupo adquirió conciencia de que lo musical también debía tener cierta complejidad.

El proceso de grabación se desarrolló en los estudios Abbey Road, de EMI, y contó con el ingeniero Alan Parsons al mando de las perillas. Parsons ya había trabajado como auxiliar en los elepés Let it be y Abbey Road, del cuarteto de Liverpool.

El disco desarrolló una mezcla entre letras existenciales como “Time” (“The time is gone the song is over /Thought I’d something more to say”), “Money” (“Share it fairly but don’t take a slice of my pie”), “Us And Them” (“Forward he cried from the rear”), “Breathe” (“For long you live and high you fly / And smiles you’ll give and tears you’ll cry”) y exquisitos arreglos y trucos de audio.

Todos los miembros del conjunto trabajaron con efectos de sonido (“Tape effects” como salió en los créditos del álbum) y con el sintetizador VCS3. En varias canciones escuchamos los experimentos que la banda ideó para contextualizar las letras: es imposible no sentirse al menos paralizado al oír el reloj de “Time”, o no sentirse envuelto con “Any colour you like”. También hay pastiches sonoros en “On the run” o “Brain damage”.

Además, hubo espacio para otras influencias, sobre todo el jazz, muy presente en el tecladista Richard Wright. Los acordes descendentes y en séptima en “The great gig in the sky” y en la misma “Any color you like” son una gran muestra de aquello. Tema aparte es la increíble performance de la cantante Clare Torry en el primer tema, donde -juicio mediante- terminó por ser reconocida como una de los compositores.

En definitiva, son 45 años de un trabajo fundamental de la historia del rock. Creado con la intención de ser diferente, vaya que lo consiguió. La carrera de Pink Floyd cambió para siempre, pues Dark side of the moon los catapultó al mainstream y eso que aún faltaba la llegada de 1979, donde vería la luz otro elepé notable, The Wall.

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