¿Vida después de la muerte?: La increíble historia de Pam Reynolds

De todas las experiencias cercanas a la muerte, el extraño caso Pam Reynolds es la que más pruebas científicas aporta de que la conciencia tal vez sobreviva a la muerte, o dicho de otra manera, de que existe el espíritu.

Pam Reynolds es una compositora que vive en Atlanta, EEUU, que durante años sufrió fuertes dolores de cabeza y mareos. Tras haber sido sometida a una tomografía axial computerizada –CAT–, los médicos descubrieron que tenía un aneurisma de gran tamaño localizado en la base de su cerebro. Los aneurismas se deben a debilidad en el tejido sanguíneo, de tal forma que las venas se hinchan. Si una vena hinchada estalla puede suceder lo peor. En el caso de Pam, los médicos le dijeron que no tenía posibilidades de sobrevivir ya que el aneurisma era inaccesible y no era posible eliminarlo mediante cirugía.

Afortunadamente para Pam, su madre localizó al doctor Robert Spetzler, uno de los principales neurocirujanos mundiales y director del Instituto Neurológico Barrow en Phoenix, Arizona.

Spetzler había sido pionero en el procedimiento quirúrgico denominado “parada cardíaca hipodérmica”. Para llevarlo a cabo, los cirujanos desinflaban el aneurisma y luego lo eliminaban sin temor a dañar el cerebro. Sin embargo, la operación era muy radical y suponía tener que descender la temperatura del cuerpo a 15º C, parar el corazón y la respiración, extraer la sangre del cerebro y situar las ondas cerebrales en punto muerto. En resumen, Pam estaría clínicamente muerta durante una hora antes de ser reanimada.

El doctor Spetzler explica que el motivo por el cual no se produce daño cerebral, aunque no llegue el fluido sanguíneo al cerebro, se debe al hecho de que éste se mantiene tan frío. “Ocurre algo similar en los animales cuando hibernan. Su temperatura corporal desciende y así mantienen bajo mínimos sus mecanismos metabólicos. Una vez que has enfriado un cuerpo hasta un punto, puedes sacar la sangre del cerebro y mantenerlo sin oxígeno durante sesenta minutos sin que sufra ningún daño”.

La compleja y arriesgada operación dio comienzo a las 07.14 horas de la mañana. Un equipo de doctores empezó a preparar a Pam y colocaron en su cuerpo todo tipo de sensores para controlar sus constantes vitales. Pusieron electrodos en su cuero cabelludo y un equipo de electroencefalografía registró su actividad cerebro-cortical. Además, pusieron diminutos altavoces en sus oídos que, al producir una serie de clics, activaban el nervio auditivo en su bulbo raquídeo y la actividad en la corteza. Esto resultó crucial después para los investigadores de ECMs.

Durante la operación, el doctor Spetzler hizo una incisión en el cráneo de Pam con una sierra especial para huesos. A medida que el doctor iba haciendo el corte, ella iniciaba su ECM. Después recordó que la primera cosa de la que fue consciente es el fuerte crujido que producía la sierra mientras estaba siendo operada. “Mis ojos estaban vendados. Tenía los altavoces en mis oídos y había entrado en un estado de coma. Sin embargo, empecé a escuchar este desagradable sonido. No se cómo salté fuera de mi cuerpo para ver a qué se debía. Parecía estar situada encima del hombro del doctor Spetzler. Podía ver el instrumento que hacía aquel ruido tan horroroso. Parecía como una especie de cepillo de dientes eléctrico. Había un recipiente próximo con algunos enganches al mismo que me recordó a uno que utilizaba mi padre para guardar sus llaves de tubo cuando era niña”, contaría después Pam.

Fuera del cuerpo

Pam describe la sensación de salida del cuerpo como si hubiera perdido” trescientos kilogramos de peso”. “Fue maravilloso. Podía moverme de un lado para otro a voluntad. Mi proceso mental me llevaba donde quería ir. No sentía dolor, ni sufrimiento, ni miedo”.

A medida que Pam revoloteaba, se dio cuenta de una serie de detalles importantes que luego fueron confirmados por el equipo médico. Apreció que su cabeza había sido afeitada sólo por un lado. Luego notó que los cirujanos cardiacos localizaban una arteria y varias venas en su costado derecho. Escuchó al cirujano decir que las venas eran demasiado pequeñas para el bypass cardio-pulmonar y que tendrían que utilizar unas venas de su pierna izquierda.

A medida que la operación progresaba la temperatura de su cuerpo siguió bajando y su corazón empezó a latir con fuerza antes de detenerse. La parada cardíaca completa se produjo cuando se inyectó al corazón cloruro potásico. Sin sangre, la actividad cerebral cesó por completo según mostraron los aparatos. A todos los efectos, Pam estaba clínicamente muerta. Fue en ese momento cuando tuvo lugar la experiencia más destacable: su conciencia prosiguió y se trasladó a otro plano. “Tuve la sensación de ser arrastrada, pero no contra mi voluntad. No me opuse porque quería marcharme. Fue como si me elevara en un ascensor a gran velocidad”, dijo Pam. Luego, reconoció la voz de su abuela fallecida: “Escuché su voz llamándome, pero no era una voz procedente de las cuerdas vocales. Simplemente me miró y yo comprendí. A medida que distinguía a las personas, me daba cuenta de que estaban hechas de luz. Con aquellos a los que reconocí fue como si nunca hubiéramos estado separados. Había amor, cariño y protección. Sentí intensamente que había sido llevada a ese lugar para estar protegida. Me sentí divinamente”.

A continuación, Pam describió a un grupo de parientes fallecidos que la rodeaban y alimentaban: “No lo hacían por mi boca con comida, sino que me alimentaban con algo desconocido para mí. Sólo puedo describirlo como algo burbujeante”. Después, vio a un tío suyo que había fallecido a los 39 años y a “un mar de gente”. A muchas otras personas no las reconoció, pero se sintió profundamente conectada al sentir que eran sus antepasados.

Pam se sorprendió al comprobar el modo tan diferente de comunicarse que tenía con aquellas personas: “La cualidad de la comunicación es mucho mejor que la terrestre. No tienes que buscar las palabras exactas para expresar tus pensamientos. Durante esta experiencia la comunicación se produce a la velocidad de la luz. Fluye de forma instantánea. No hay malas interpretaciones. Lo que se dice es la verdad”.

Pam se asombró ante la belleza del entorno de amor y luz donde se encontraba: “Pregunté a mi abuela si la luz a nuestro alrededor era la luz de Dios. Esta pregunta causó mucha risa en quienes me rodeaban. Mi abuela respondió: «No, cariño, la luz no es Dios. La luz fluye cuando Dios respira”.

A Pam también le sorprendió la diferencia en los colores que vio y que describió mucho más intensos y hermosos que los vistos en la experiencia normal. Al ser compositora, también se sintió fascinada al observar que cada uno de los seres que estaban a su alrededor emitía una nota musical, como una vibración que, combinada con otras, producía una bella armonía. Entonces empezó a explorar su propio estado no físico y se dio cuenta de que había retenido su apariencia normal: “Me llevé las manos a la cara y al verlas supe que estaba allí y podía sentirme. Lo raro fue que no me sentí muy diferente a la forma en que me siento aquí. Y sin embargo… –suspira–, no sé cómo explicarlo, no tengo palabras. No había densidad en la carne. Mis manos carecían de densidad, pero las sostuve frente a mí para asegurarme de que estaban allí”. En cuanto a la descripción del entorno no físico donde se encontraba, dijo lo siguiente: “Era como si los cuerpos estuvieran flotando en el aire; había luz y sombra, pero no parecía proyectarse en ningún sitio. Eso me hace pensar que tal vez no estaba en el paraíso, sino en un espacio intermedio donde me cuidaban”.

Hacia el término de la operación, el doctor Spetzler eliminó el aneurisma y cerró el cráneo. Sin embargo, surgieron nuevos problemas. El monitor silencioso del corazón empezó a registrar actividad de fibrilación ventricular. Se trataba de un ritmo cardíaco letal que si no se corregía significaría la muerte. Dado que el aneurisma había sido eliminado, los cirujanos decidieron activar mecánicamente su arteria. Así lo hicieron, pero no hubo respuesta. En ese punto, Pam vio en su ECM cómo su tío la conducía de vuelta al túnel, de forma que pudo ver su cuerpo sin vida en la mesa de operaciones: “Cuando vi mi cuerpo no quería volver a él. Tenía un aspecto espantoso. Parecía que estuviera muerta. Me asusté y no quise mirarlo”.

Regreso al cuerpo

Pam se quejó a su tío diciéndole que no deseaba volver. Entonces él le contestó que no podría quedarse y que sus hijos, que todavía eran pequeños, la necesitaban. Ella insistió en que los chicos se las arreglarían bien sin ella. Él respondió que regresar al cuerpo es como tirarse a una piscina, sólo hay que saltar. Pero Pam siguió negándose hasta que su tío la empujó: “Golpeó mi cuerpo en el momento en que mi corazón estaba siendo activado por segunda vez. En ese instante el ritmo era satisfactorio y estaba viva, aunque me sentía incómoda”.

Durante un buen rato Pam se sintió furiosa con su tío por empujarla hacia su cuerpo. Además narró que “la vuelta al cuerpo fue como si saltara en un estanque de agua helada. Sentí dolor”.

Tras el éxito en la segunda activación del corazón, Pam recobró la conciencia en la mesa de operaciones. Mientras los cirujanos la desconectaban de los diferentes aparatos, Pam se dio cuenta de que estaba sonando música rock: “Cuando regresé escuché Hotel California en la versión de The Eagles. La letra decía: ‘;Puedes irte cuando quieras, pero nunca puedes irte del todo’. Mencioné esto luego a uno de los cirujanos y se quejó de lo increíblemente insensible que era eso. Se echó a reír y me dijo que necesitaba dormir”.

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