El SMS cumple hoy 25 años

Un día como hoy, pero hace 25 años, el primer SMS de la historia llegó a un teléfono celular. El celular, un Orbitel 901 (el primer teléfono GSM; un mamotreto de 2 kg de peso) estaba en manos de Richard Jarvis, que trabajaba en Vodafone, la operadora de telefonía móvil inglesa; el remitente, Neil Papworth.

Papworth tenía 22 años, trabajaba en Sema Group (una firma francesa de tecnología) y envió el SMS desde una PC ese 3 de diciembre de 1992: el Orbitel 901 que tenía Jarvis era el primer celular capaz de recibir SMS, sí, pero todavía no había ninguno que fuera capaz de enviarlos. Así que usó una PC para mandarle un «Feliz Navidad» a Jarvis.

Lo mandó en esa fecha «porque en la oficina de Vodafone estaban festejando la Navidad en forma adelantada. No sé cuál fue su reacción, pero yo tenía alguien al lado que hablaba por teléfono con otra persona que estaba en esa oficina, al lado de Jarvis, y que confirmó que el mensaje había llegado».

En efecto, junto con el nacimiento del SMS nació la tan molesta costumbre de llamar preguntando «¿te llegó lo que te mandé?», que luego BlackBerry intentó llevar a la obsolescencia con el acuse de recibo de los mensajes (aunque ahí nació la práctica de «clavar el visto», pero eso es otro tema).

Papworth fue algo parco en su mensaje: «Merry Christmas» son 15 caracteres, contando el espacio. Le quedaban otros 145 para saludar al resto del equipo, o desearle un feliz año, o algo. No necesitaba firmar el mensaje, porque no había otra persona capaz de enviar un SMS: no había duda de que era él el remitente.

Recién al año siguiente, en 1993, se envió un SMS de un celular a otro en una red comercial. Los libros de historia dicen que fue Riku Pihkonen, un estudiante de ingeniería haciendo una pasantía en Nokia. Hoy, un cuarto de siglo después, hay más de 5000 millones de personas que tienen la posibilidad de hacer lo mismo.

Por qué 160

¿Y por qué 160 caracteres? La explicación requiere, como todo, algo de perspectiva. La primera llamada del mundo desde un celular la hizo Martin Cooper en 1973 en Estados Unidos; la primera red comercial comenzó a funcionar en 1979 en Japón. A principios de la década de los 80s las telefónicas europeas comenzaron a construir sus redes y a dar servicio de telefonía móvil (en ese entonces, una locura: permitía hablar por teléfono fuera de casa o de la oficina), en un mundo que recién se asomaba a las computadoras: la PC es de 1981; la Commodore 64 llegó al mercado en 1982.

La leyenda dice que en 1984, el finlandés Matti Makkonen tuvo una idea (en una pizzería, como corresponde a las grandes ideas): usar el sistema de señalización interna de la infraestructura de las redes de telefonía móvil -analógica-, que estaba ociosa el 90% del tiempo, para algo: en ese entonces lo único que podía hacerse con un celular era una llamada de voz. La idea de Makkonen, que murió en 2015, fue bien recibida, y el grupo que estaba entonces intentando estandarizar las diferentes tecnologías de redes móviles en Europa puso manos a la obra.

A su ritmo, claro: les tomó buena parte de la década llegar a un estándar para definir el SMS imaginado por Makkonen y otros ingenieros de la época (Makkonen siempre insistió en que fue una idea grupal). El protocolo inicial del mensaje de texto lo definieron, en gran medida, el alemán Friedhelm Hillebrand (otro de los pioneros, aunque en su libro sobre el SMS dice que no hubo pizzería involucrada) y el francés Bernard Ghillebaert, que hicieron la primera propuesta del estándar en 1985. Hillebrand decidió probar, en una máquina de escribir, cuántos caracteres necesitaba para mandar mensajes que -suponía- podían ser los que la gente fuera a usar. Con dos líneas y media de texto, consideró, entraba una cantidad de información razonable: 160 caracteres.

Quienes clamen por más espacio o pregunten por qué no definió un número más generoso (200, o 250, o 500 caracteres) deben recordar que los teléfonos de entonces tenían pantallas muy pequeñas; que la memoria, y los procesadores, eran carísimos. Y que los mensajes se enviaban por los canales de señalización de la red, que no estaban preparados para el procesamiento masivo de información: no eran servidores de datos. Los mensajes se iban guardando, para su procesamiento, en un equipo que debía almacenarlos… así que debían ser cortos, para que el almacenamiento no fuera caro, para que el procesamiento no fuera complicado y para que su lectura (y escritura) no tomaran un siglo en un teléfono en el que la pantalla y el teclado no estaban pensados para textos largos.

Así, el SMS nació como muchos de los grandes cambios en tecnología: como un proyecto secundario, robando un poco de hardware de aquí y de allí. Y luego explotó, popularizado por los jóvenes, que con la aparición de las tarjetas prepagas para cargar crédito en el teléfono, en el último lustro del siglo pasado, encontraron una alternativa más económica (y silenciosa) para la comunicación que las llamadas. Y que recuperaron -probablemente sin saberlo- ideas que se habían implementado en el siglo XIX con los telegramas para abreviar palabras y aumentar la cantidad de información en esos 160 caracteres: ese argot de palabras sin vocales, q, k y demás que hoy, con el texto predictivo de los teléfonos, con los mensajes de audio, con los emoji, sigue mutando.

El SMS ya no es lo que era: resulta algo obsoleto para mucha gente, y molesto: como el mail, el spam hace de las suyas en ese territorio, y visitamos el cliente de SMS cuando no queda otra (cuando se cae Whatsapp, por ejemplo).

 

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