Por qué perdemos el apetito cuando nos enamoramos
Como les ocurre al resto de los animales, el sentido del amor es un mecanismo para la perpetuación de la especie humana. Estas son las sustancias químicas de tu organismo que hacen que estés enamorado.
Las hormonas son sustancias producidas por organismos multicelulares para informar o señalizar con el fin de mantener la homeostasis celular. Es decir, el equilibrio, la condición normal celular.
Se clasifican en tres grandes grupos químicos: peptídicas (o derivados aminoacídicos), eicosanoides y esteroideas. Cada uno de nosotros es capaz de sintetizar cantidades variables de hasta 50 hormonas diferentes. Más aún si se trata del amor.
Muchas científicas y científicos creen que el sentimiento del amor se puede fragmentar en tres: atracción, deseo y apego. Cada uno caracterizado por su propio arsenal hormonal.
La atracción depende del trío dopamina, noradrenalina y serotonina. Cuando nos referimos a la dopamina, y también a su derivado, la noradrenalina, estamos hablando del circuito cerebral de la recompensa. Ambas nos hacen sentir con energía, eufóricos, sin ganas de dormir o de comer. Ahí puede uno encontrar base científica a la frase “Ha perdido el apetito, ¡estará enamorado!”.
La falta de apetito se acentúa con el aumento en los niveles de serotonina, también conocida como “hormona de la felicidad”. Curiosamente no se produce en su mayoría en el cerebro, sino en el tracto gastrointestinal. No es de extrañar que, para describir los efectos del amor, acostumbremos a decir que “tenemos mariposas en el estómago”. Después de todo, una función muy importante de la serotonina es precisamente el control del apetito, la sensación de saciedad. Mientras más serotonina secretamos, menos hambre sentimos.
La serotonina se sintetiza a partir de un aminoácido esencial, el triptófano, que no somos capaces de producir y que necesitamos tomar en la dieta. Por tanto, las dietas ricas en proteínas que contienen mucho triptófano suelen ser saciantes.
Aunque parezca que nada tiene que ver, nuestra microbiota intestinal, los microorganismos que están presente en nuestro sistema digestivo, son capaces también de controlar los niveles de dopamina y serotonina. Suele ocurrir que mientras más pobre es nuestra microbiota, menos niveles de esas hormonas tenemos. Lo que sentimos cuando nos enamoramos son microorganismos en la tripa, en lugar de mariposas.
Deseo y apego
En el caso del deseo, las protagonistas son la testosterona y el estrógeno. Ambas hormonas se sintetizan en los genitales, cierto. Pero la estimulación para producirlas proviene de nuestro hipotálamo, que es una parte muy importante de nuestros cerebros de primates.
Ni la testosterona es una hormona típica del hombre ni el estrógeno es característico de la mujer. Ambas juegan papeles importantes en ambos sexos. La líbido, por ejemplo, se ve influenciada por la testosterona tanto en hombres como en mujeres.
Después de haber sentido hacia la persona de la que nos hemos enamorado un deseo y una atracción irracionales, solemos llegar a una aparente calma. A ese sentimiento que unos llaman “amor verdadero” y otros amistad. Vamos, que nuestra relación amorosa es ya de larga duración.
Pero el apego va más allá, porque también es típico de relaciones materno/paterno-filiales. Y es terreno abonado para la oxitocina y la vasopresina. La oxitocina, producida también por el hipotálamo, es principalmente conocida porque se libera durante el parto (y se usa para inducir el parto). Se secreta también en grandes cantidades durante cualquier acto sexual o durante la lactancia, actividades que crean fuertes lazos de unión. No en vano a la oxitocina se le conoce como la “hormona de los abrazos”. De ahí que enamorados se vuelvan tan pegajosos.
Celos irracionales
También hay aspectos negativos e insalvables del amor: la irracionalidad o los celos. Esos comportamientos son también culpa directa del arsenal químico del que disponemos.
Así, excesos de dopamina y oxitocina mantenidos en el tiempo pueden estar detrás de comportamientos amorosos negativos, igual que lo están detrás de comportamientos anormales relacionados con el abuso de alcohol o drogas. No es de extrañar, por tanto, que las mismas regiones del cerebro se enciendan si sentimos atracción por alguien o si estamos de “botellón».
Por más que pese a las personas románticas, el amor no tiene sentido alguno sino a la luz de la evolución, con el permiso de Dobzhansky. El único sentido del amor es la perpetuación de la especie humana. Como les ocurre al resto de los animales. Química y evolución. En eso se resume todo.