El libro de la semana: Una pizca de maldad

Parece imposible descubrir al autor de un asesinato cuando no hay móvil, porque nadie está dispuesto a aceptar que el aburrimiento pueda ser causa suficiente para matar a una amiga. Una novela que les va a recordar mucho a «El extranjero» de Camus.

El narrador y protagonista de Una pizca de maldad es un adolescente desencantado y cínico; mientras dice estar estudiando para los exámenes de ingreso a la universidad, en realidad mata el tiempo durmiendo y masticando su resentimiento. Para llenar el vacío de su vida, decide llevar a cabo un asesinato.

La víctima elegida es una compañera del colegio, una muchacha bella e inocente: la única persona que realmente se compadece y preocupa por él. Al tiempo que en este policial existencialista se construye una historia de implacable suspenso –en donde se planifica con detallismo ceremonial la ejecución de un crimen horrible y gratuito, y una fuga vertiginosa a través de distintas ciudades y pueblos de China–, también se reconstruyen las justificaciones de un protagonista calmo, frío e indiferente.

Desde un lugar generacional y social que conforma el trasfondo de la novela, el protagonista reflexiona: “Este es el sentido de la vida: Aburrimiento. Repetición. Orden. Trampa. Prisión”.

La novela está contada desde la experiencia, porque su autor es un expolicía que vive en Pekín, y que en los últimos años se ha transformado en un escritor de fuerte impacto en China. Ah Yi, dado a conocer al público en castellano gracias a la antología de cuentos Después de Mao (AH, 2015), domina con pulso firme el ritmo de la historia, al punto que hace experimentar al lector el crimen y sus secuelas.

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