La música de luto: Muere a los 76 años Aretha Franklin, la reina del soul

La reina del soul, Aretha Franklin, ha fallecido este jueves en Detroit a los 76 años. Hija de un conocido reverendo, comenzó a cantar en el coro de la iglesia de su padre y sacudió el panorama musical de los 60 al introducir los recursos del góspel en la música secular, con éxitos hoy legendarios como Respect o (You make me feel) A natural woman. Tuvo una vida precoz y turbulenta, con su primera maternidad cuando era apenas una niña, un matrimonio violento y un considerable historial de desavenencias y desdichas. En 2010 sufrió un cáncer de páncreas y su salud había empeorado hace unos meses. El representante de la artista confirmó el fallecimiento, según la agencia AP, a causa del cáncer de páncreas. Con ella desaparece la última gran superviviente de la era dorada de la música negra estadounidense.

El mundo de la música se volcó inmediatamente en demostrar su admiración por el legado que dejó la artista. Sir Paul McCartney fue uno de los primeros en compartir su agradecimiento a la cantante a través de Twitter: «Tomemos un momento para dar gracias por la hermosa vida de Aretha Franklin, la Reina de nuestras almas (souls, en inglés), que nos inspiró a todos por muchos años. Se la extrañará, pero el recuerdo de su grandeza como músico y un buen ser humano vivirá con nosotros para siempre. Con cariño, Paul”. Siguieron su ejemplo Elton John, quien afirmó que «su piano estaba subestimado» y declaró que era una de sus pianistas favoritas». Barbra Streisand también publicó una reflexión: «Es difícil concebir un mundo sin ella. No solo fue una cantante excepcionalmente brillante, sino que su compromiso con los derechos civiles tuvo un impacto indeleble en el mundo».

En 2015, Franklin participó en un homenaje a la artista Carole King, donde cantó (You Make Me Feel Like) A natural woman. Su interpretación hizo llorar al entonces presidente Barack Obama, quien participaba del evento. King, se despidió este jueves compartiendo un vídeo de esta canción: «¡Qué vida. Qué legado! Mucho amor, respeto y gratitud», expresó la artista en Twitter. El mismo mensaje que publicó Liam Gallagher, una de las estrellas del pop mundial. Por su parte, el exmandatario, en una declaración conjunta con su esposa Michelle Obama, hicieron un breve y profundo repaso de la vida de la estrella musical. «América no tiene realeza. Pero tenemos la oportunidad de obtener algo más duradero», rezaba la misiva en referencia al legado de la cantante. «En su voz, podíamos sentir nuestra historia, todo eso y en cada sombra: nuestro poder y nuestro dolor, nuestra oscuridad y nuestra luz, nuestra búsqueda de la redención y nuestro respeto ganado con tanto esfuerzo», sostuvieron.

El actual presidente de Estados Unidos Donald Trump también se refirió a la muerte de la artista: «La Reina del Soul, Aretha Franklin, ha fallecido. Era una gran mujer, con un maravilloso regalo de Dios, su voz. ¡Se la extrañará!». En otra representación del mundo político, el exmandatario Bill Clinton y la excandidata presidencial Hillary Clinton afirmaron que «siempre será la Reina del Soul y mucho más para todos los que la conocieron personalmente y a través de su música. Nuestros corazones están con su familia y sus innumerables admiradores».

Franklin nació en 1942 en Memphis (Tennessee), pero creció en el mismo lugar que le ha dicho adiós, Detroit (Michigan), la otrora próspera capital de la música y el automóvil. La suya fue una de las muchas familias afroamericanas que en los 40 emigraron del sur al norte al calor del boom industrial. El esplendor del jazz y otros ritmos en ciudades como Chicago o la citada Detroit se entienden a partir de ese fenómeno económico y demográfico; el declive del mismo, también. Una incipiente clase media afroamericana que se había formado en el cinturón industrial entró en barrena. Pero cuando el motor se gripó, Aretha ya se había convertido en una artista reconocida. Su padre, además, era Clarence LeVaughn Franklin, un pastor muy conocido e influyente, amigo de Martin Luther King, cuya voz resultaba tan musical que sus sermones acabaron editados en discos.

Fue en el coro de la iglesia de su padre donde la artista comenzó a cantar, al igual que sus hermanas, y fue en su propia casa cuando entró en contacto con el movimiento de los derechos civiles. Pero lo privilegiado de su hogar -dentro de la comunidad afroamericana- no le libró de una infancia dura y, sobre todo, muy breve. El reverendo C. L. Franklin, bebedor y acusado de maltrato en su biografía, había tenido otros hijos fuera del matrimonio y su esposa Barbara, la madre de Aretha, los abandonó. A los 12 años, quedó embarazada de un chico de una escuela y a los 15 ya había tenido su segundo hijo con otro hombre. Ambos llevan el apellido Franklin. Se casó a los 19 con Ted White, que fue violento con ella, y se divorció ocho años después. Tuvieron un chico. Años después se casaría (y divorciaría) de nuevo y tendría un cuarto vástago. El reverendo Franklin murió en el 84 tras pasar cinco años en coma a consecuencia de un tiroteo cuando se enfrentó a unos ladrones.

Muchos de los episodios turbios de su vida quedaron recogidos -para su disgusto- en una biografía de 2014 (RESPECT: The life of Aretha Franklin) publicada por David Ritz, quien años antes había trabajado para ella como escritor fantasma (o negro, como se dice en España) de una autobiografía que la artista se encargó de edulcorar. Como su música, Aretha era peleona y trataba de arrinconar en su historia la parte más dura. Decía su productor de Atlantic, Jerry Wexler, que sus ojos luminosos cubrían la angustia y que sus depresiones podían llegar a ser “tan profundas como el mar oscuro”.

Aunque había comenzado grabando en Columbia Records, los grandes éxitos llegaron en Atlantic, con Wexler. A temas tan célebres como Respect o Natural woman se sumaron rápidamente otros imborrables, como Think o Say a Little prayer. A finales de los 60, ya se había convertido en uno de los iconos de la comunidad afroamericana, con canciones que transpiraban reivindicación femenina y racial. Cantó en el funeral de Martin Luther King, al que había conocido de niña en su casa, en el 68, y lo hizo también en enero de 2009 cuando Barack Obama tomó posesión y se convirtió en el primer presidente negro de la historia estadounidense. Hace pocos años, en un acto público, la reina del soul dijo que aquel había sido el momento más emocionante de su carrera.

Ganadora de 18 premios Grammy y con 10 millones de discos vendidos, llevaba desde los años 80 sin viajar fuera de Estados Unidos debido a su también legendaria fobia a volar. Esta limitación, aunque le privó de veladas de gloria en vivo, no limitó el alcance internacional de su carrera ni su consagración como reina del soul. Se le atribuyen celos de diva contra otras artistas que en algún momento la superasen en ventas -como Barbra Streisand o Whitney Houston- y, de hecho, fue público y morrocotudo su enfado cuando en la entrega de los premios Grammy de 2008, a Beyoncé no se le ocurrió otra cosa que presentar a Tina Turner como “la Reina”. Franklin se ofendió y lo consideró un golpe bajo de los guionistas para generar polémica.

Franklin anunció su retirada a principios de 2017 con la idea de limitar su agenda a actuaciones escasas y muy escogidas, aunque muchas de estas tuvieron igualmente que cancelarse por recomendación médica este año. Así, no pudo actuar el pasado marzo en Newark, como estaba previsto, ni tampoco el pasado abril en el festival de jazz de Nueva Orleans. Su última actuación tuvo lugar el pasado noviembre, en Nueva York, con motivo del 25 aniversario de la fundación contra el Sida de Elton John. Su influencia musical, sin embargo, pervive para la opinión de los expertos en artistas de generaciones posteriores, como Mariah Carey o Beyoncé.

Decía Obama en un artículo de David Remnick de 2016 en The New Yorker, que si tuviese que llevarse unos pocos discos a una isla, su admirada Aretha Franklin figuraría en esa lista. “Porque me recordaría mi humanidad. Lo que es esencial en todos nosotros. Y simplemente: suena puñeteramente bien”.

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