¿Querés gastar menos? Esperá 72 horas antes de comprar

Supondré durante un segundo que eres una de las millones de personas que tiene una relación frustrante en general con su manera de gastar. Quizá comienza con tu compromiso de adaptarte a un presupuesto, algo que logras hacer durante unos cuantos días. Luego, a pesar de tu decisión, caes, sacas la tarjeta de crédito y haces algo que habías prometido no hacer.

Luego lo haces de nuevo. Creo que todos podemos sentirnos identificados. Si no lo haces con el dinero, considéralo con respecto a la comida. Entonces ¿cómo podemos solucionar el problema de saber que debemos actuar de una manera pero una y otra vez hacemos algo distinto?

La respuesta radica en entender la relación entre el estímulo para hacer algo, cómo respondemos a este y un secretito que compartiré contigo en un segundo.

Antes, este es el problema tal como yo lo veo: casi todos los consejos personales sobre finanzas se enfocan en controlar el estímulo o la respuesta a este. Los gurús te dicen que dejes de ver Instagram y no entres a Facebook, que te despidas de todos tus amigos no ahorradores y repudies a todos tus parientes derrochadores. Todo eso son esfuerzos por controlar los estímulos.

También te dicen que controles la respuesta. La mayor parte de estos consejos se centra en hacer que gastar sea algo doloroso: cancela las tarjetas de crédito; usa solo efectivo; registra, revisa y siéntete mal sobre lo que gastaste.

Funciona hasta que dejas de hacerlo. No puedes ignorar todas las voces que te piden a gritos que gastes, y hacer que gastar sea doloroso aumenta la sensación de vergüenza cuando hacemos algo malo. Solo provoca que gastemos más como una forma de automedicarnos.

Así que aquí está el secreto que prometí, y en realidad no es mío. Por lo general se atribuye a Viktor Frankl. Más conocido por su libro «El hombre en busca de sentido», Frankl, un neurólogo y psiquiatra austriaco, también parece ser quien nos regaló esto: “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio se encuentra nuestro poder para elegir una respuesta”.

¡Viva! Hay un tercer elemento en esta pequeña danza entre el estímulo y la respuesta. Para romper este frustrante ciclo del gasto, podemos centrarnos en crear un espacio entre los otros dos.

Empieza por reconocer que el espacio existe. La mayoría de nosotros ni siquiera sabe que está ahí. Vemos una publicación en Twitter sobre un libro que le gusta a alguien, en ella hay un vínculo a Amazon, damos clic sobre el botón “compra en un solo clic” y ya somos poseedores de un libro sin pensarlo o haciéndolo muy poco.

Así que debemos tener práctica a la hora de hacer pausas una vez que estamos en ese espacio de en medio. El consejo de usar efectivo o guardar las tarjetas de crédito puede ser útil si crea espacio entre nuestro deseo de comprar y la compra real. También puede ser tan sencillo como acostumbrarnos a notar el deseo. ¿Qué se siente al querer algo?

Una manera de crear espacio que ya he compartido antes es la regla de las 72 horas. Antes de comenzar a seguir esta regla, tenía torres de libros sin leer por toda mi oficina. Ahora, si veo o escucho sobre un libro que suena interesante, lo apunto en una lista que abrí en mi cuenta de Amazon, llamada “Lista de las 72 horas”. Si aún quiero el libro cuando lo veo 72 horas después, lo compro. Ahora tengo una lista larga de libros que nunca compré y menos pilas en mi oficina.

No tuve que prohibirme leer reseñas de libros ni permitirme comprar libros solo con efectivo. Añadiendo ese pequeño espacio, me di la oportunidad de cambiar mi respuesta. Tú decides la manera en que quieres añadir espacio, pero una vez que lo consigues, lo demás importa menos.

Este es solo un truco sencillo para crear espacio. Creo que te darás cuenta de que, si te enfocas en el espacio en medio, puedes deshacerte del apego ansioso al estímulo y la respuesta. Si logras tener el espacio, los otros dos se encargan de sí mismos.

FUENTE: Carl Richards para nytimes.com

 

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