El libro de la semana: Claus y Lucas

Nada mejor para combatir el frío que un café, un chocolate y un buen libro. Esta semana te recomendamos esta belleza escrita por Agota Kristof.

En un país en guerra ocupado por un ejército extranjero, dos hermanos, Claus y Lucas, han sido abandonados por su familia y puestos al cuidado de su abuela, a la que sus vecinos llaman la Bruja. La barbarie del convulso mundo en el que viven les lleva a emular la crueldad que ven en él. De una inteligencia superior, serán capaces de utilizar cualquier recurso para sobrevivir, pero una vez asegurada su supervivencia intentarán poner remedio a muchas de las dramáticas situaciones que les rodean. Los distintos caminos que terminan eligiendo al final de la guerra marcarán sus vidas para siempre.

Agota Kristof nació en 1935 en Csikvánd, Hungría, país que abandonó en 1956 cuando la Revolución húngara, que intentó sublevarse contra diez años de estalinismo y en la que participó su marido, fue vencida por las fuerzas del Pacto de Varsovia. La pareja cruzó a pie la frontera con una beba de cuatro meses, pasó a Austria y se instaló en Neuchâtel, Suiza. Allí, Kristof trabajó durante cinco años en una fábrica de relojes (trabajo que detestó pero que le sirvió para marcar el ritmo de su escritura). Al poco tiempo se separó y comenzó a escribir en francés, idioma que aprendió con dificultad -entre humos de cigarrillo en el baño de la fábrica, con sus compañeras obreras-, que luego pudo estudiar y que manejó con maestría. Volvió a casarse, tuvo dos hijos más y tres nietos, y dejó de escribir. Murió en 2011. Exiliada de su lengua materna y de su territorio, nunca volvió a Hungría.

Pero, desde la ficción, supo volver a esa infancia desgarrada que transcurrió durante la Segunda Guerra Mundial en un país de pasado imperial y filiación nazi, que fue ocupado por el ejército alemán sin oponer resistencia e invadido por las tropas soviéticas en 1945, destino compartido por otros países de Europa del Este. Kristof ha escrito y dicho que para ella, la posguerra fue peor que la guerra.

 Claus y Lucas generan estrategias de supervivencia apelando al ingenio, se convierten en autodidactas de todas las cosas, trabajan de lo que sea, se autoimponen castigos y pruebas dolorosas para endurecerse, son malvados y generosos

La obra narrativa de Kristof, quien comenzó como poeta y fue autora teatral, consiste en un puñado de libros. Su trilogía imprescindible, Claus y Lucas es un libro con historia, que comienza con una primera novela escrita en francés, El gran cuaderno, publicada por primera vez en 1986 por ediciones du Seuil, después de un largo peregrinaje por las otras grandes editoriales que la rechazaban, tres años antes de la caída del Muro de Berlín. La novela cuenta la historia de dos hermanos gemelos pequeños que, en medio de una guerra sin nombre, la madre deja en la casa de una abuela despiadada y cruel. Para adaptarse a un medio hostil, Claus y Lucas generan estrategias de supervivencia apelando al ingenio, se convierten en autodidactas de todas las cosas, trabajan de lo que sea, se autoimponen castigos y pruebas dolorosas para endurecerse, son malvados y generosos, se hacen cargo de una abuela que los desprecia, son vulnerados y pierden la inocencia y escriben todo en un gran cuaderno que atesoran.

El libro tiene la particularidad de estar escrito en primera persona del plural. Y, como en el teatro, las cosas no se explican, se muestran: se trata de una puesta en escena. La escritura es seca, directa, antipoética, desadjetivada, exacta. Amoral. Neta. Perfecta. Minimal. Precisa. Como uno de los relojes suizos de aquella fábrica de los comienzos del exilio. La autora contó en una entrevista que para encontrar el tono de su libro se fijó en la tarea de su hijo en su cuaderno escolar. Las preguntas no dejan de dispararse como proyectiles a medida que leemos esta historia de infancia en guerra. ¿Lo que estamos leyendo es lo que los mellizos escriben? 

La prueba (1988), segunda novela de la trilogía, cuenta la vida después de la separación de los gemelos. El punto de vista es otro, ya no hay dos, hay uno (¿cuál?), y un narrador en tercera persona que lo cambia todo. Incluso, la historia, reversionada y que, como en un policial (género que Kristof consumía con devoción, aun cuando había «dejado de leer»), la pregunta que surge es: ¿cuál es la verdad? En un documento burocrático sobre el manuscrito que tiene el protagonista, se lee: «En lo que concierne al contenido del texto, solo puede tratarse de una ficción…»

La trilogía cierra con La tercera mentira (1991), no por casualidad año en que Rusia abandona Hungría. Un título que dice mucho, o abre la pregunta y casi que la responde: ¿cuáles son las otras dos? El narrador cambia, esta vez, a una primera persona del singular. Los años pasaron y Lucas trabaja en una librería. Ya es un hombre grande y está cansado. Los mismos personajes reaparecen, pero con roles y vínculos diferentes. La historia recomienza, entre mentiras y verdades. Y la pregunta que late: ¿Quién cuenta la historia, quién es el autor?

Reunir los tres libros en uno fue una decisión editorial muy posterior a la publicación de cada uno de ellos. Una decisión no menor, porque hoy se leen como una unidad textos que hasta entonces dialogaban entre ellos a la distancia, en medio de rupturas y continuidades. Una extraña saga donde el lector se zambulle en un verosímil engañoso pero eficaz. Así, se establece un pacto de lectura que consiste en recordar todo el tiempo que lo que se lee es ficción… pero podría ser verdad. La narración se enrosca como una serpiente traicionera. Un mundo infantil servido en bandeja de plata en la mesa perversa, para goce de los adultos. 

Claus y Lucas fue traducida a 33 idiomas y le valió a Kristof premios como el Alberto Moravia en Italia, el Gottfried Keller, el Friedrich Schiller en Suiza y el premio austríaco de Literatura Europea. Y convirtió a su autora en favorita serial para el Nobel.

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