El libro de la semana: «Cara de pan»

Hoy te recomendamos una novela que, como mínimo, te va a hacer sentir incómoda a lo largo de su lectura. Una propuesta de corta extensión, pero con una profunda reflexión sobre lo moral y lo inmoral, lo considerado socialmente «normal» o correcto y lo condenable; y sobre todo acerca de la realidad objetiva y nuestros prejuicios.

Se trata de «Cara de pan», la última novela de la ya consagrada escritora Sara Mesa. Si tuviéramos que calificar con un solo adjetivo Cara de pan, el más adecuado sería “inquietante” porque, sin duda, inquietud es la sensación que permanece después de haber leído esta breve novela. La narrativa deMesa cuenta con ciertas marcas que la identifican: una escritura desnuda exenta de artificiosidad; una base cuentística -sus obras largas tienen la intensidad de los textos cortos por su concentración y porque cada elemento supura sentido-; y la ya citada inquietud, entendida también como desasosiego, conmoción, sorpresa desazonante, miedo ante lo que la realidad esconde y puede llegar a significar. 

Mesa ha escrito una historia llena de metáforas que bordea el abismo de lo establecido, una historia aparentemente simple.

Una niña de 14 años con rasgos ya preadolescentes, atraviesa una crisis de identidad y un buen día decide no volver a clase. Sufre acoso en el instituto porque ni su aspecto ni su actitud coinciden con el estándar establecido: es gorda, unos granos impertinentes salpican sus brazos, es introvertida y no tiene novio. Todo su aspecto se resume en el humillante mote «Cara de pan» que le ha puesto Marga, una de sus compañeras de escuela, donde la cara funciona como “símbolo de todo un cuerpo, de toda una entidad”. Durante las horas que debería estar en clase, la niña se refugia en un parque, dentro de un espacio recogido al que se accede atravesando un seto. 

Un día se encuentra con un hombre de 54 años con el que poco a poco entabla conversación hasta que se hacen amigos. Los dos son unos desclasados, están fuera de lo que se considera normativo; ella es una niña rara y él es un viejo de elegancia trasnochada que va siempre con la misma ropa, ya sucia, y con “la misma expresión de asombro y pudor”, un hombre al que le cuesta articular las palabras y cuya actitud resulta chocante. Los dos crean un mundo que no sobrepasa el cercado tras el que se ocultan mientras se van conociendo y hablan de pájaros y de Nina Simone, las dos pasiones del viejo. En ese espacio propio y ajeno a todo lo demás, él decide llamarla Casi (de casi catorce, porque ella todavía no ha alcanzado esa edad) y ella a él Viejo, un término que en su relación carece de connotaciones negativas. Desde el principio, Casi nota que el viejo es un tipo raro, aunque no sabe calibrar el alcance de su singularidad, pero le parece que puede fiarse de él aunque sabe, porque lo tiene instalado en su imaginario, que la amistad entre un viejo y una niña no es normal

Toda la novela se va a mover en ese espacio cerrado, ese mundo creado por estas dos personas a las cuales por distintas razones la sociedad rechaza o ignora. Hasta que finalmente, por un descuido de la niña, aquel mundo se rompe y queda expuesto a la mirada de los adultos, quienes basándose en algunos elementos errados sumados a sus propios prejuicios van a actuar severamente contra esta «amistad».

Durante la lectura se siente muchas veces un germen de Lolita, la gran novela de Navokov. Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre Lolita y Cara de pan: mientras que la novela de Nabokov es moralmente transparente (Humbert Humbert, por mucho que se intente justificar ante el lector, es un  violador, un pervertido egocéntrico y manipulador), Cara de pan es moralmente ambigua, o quizás sería mejor decir: amoral. No se plantea la relación entre Casi y el Viejo en función de lo bueno o lo malo, lo socialmente aceptable o lo políticamente correcto, sino en función de la psicología de dos personajes que intentan escapar de sus respectivas soledades y se encuentran en un refugio vegetal, un paraíso siempre en peligro de ser invadido por la realidad.

Con Cara de pan, Sara Mesa ha escrito una novela sobre la realidad que nos atrapa, una historia llena de metáforas que bordea el abismo de lo establecido y nos obliga a pensar sobre la lógica interna -aparentemente loca- de las cosas y sobre lo que socialmente se considera correcto. También sobre cómo lo que parece no siempre es la realidad, sobre la maduración personal y lo distinto que es el mundo cuando se mira sin el conocimiento y los prejuicios adultos, con los ojos del niño que fuimos y algunos todavía son. 

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