Cómo tratar el dolor cervical
La columna cervical está formada por un conjunto de estructuras que incluyen músculos, articulaciones, huesos y nervios. Tiene la importante función de dar soporte y movilidad a la cabeza y el dolor corresponde a una experiencia sensitiva y emocional desagradable que puede estar relacionada a una lesión de las estructuras antes descritas.
Para rebajar el dolor de la zona, se recomienda guardar reposo, aplicar frio/calor local, y realizar ejercicios de estiramientos y cambios posturales. En otros casos esto no será suficiente y requerirá incluir tratamiento médico con antiinflamatorios y relajantes musculares, fisioterapia o infiltraciones.
El dolor puede ser leve y no interferir con las actividades cotidianas, pero en ocasiones puede ser muy intenso y limitante, interfiriendo en la concentración, el sueño o actividades diarias como vestirse por la rigidez y menor rango de movilidad.
Por otro lado, puede ser intenso y localizado en un punto específico o puede ser de menor intensidad y abarcar una región más amplia. Se puede irradiar a la región cervical alta y asociarse a cefalea, calambres en región cervical baja y dorsal alta o a región periescapular. Ocasionalmente se puede asociar a dolor radicular en hombros, brazos y manos.
Hay síntomas de alarma que obligan a consultar con el médico especialista porque pueden reflejar otras patologías asociadas, como puede ser: fiebre, pérdida de peso inexplicable, comienzo súbito del dolor, debilidad o pérdida de sensibilidad, alteración en control de esfínteres, cefalea súbita de gran intensidad o dolor nocturno.
La causa más común de dolor cervical agudo es la sobrecarga mecánica o distención de la musculatura, ligamentos y tendones. Mecanismos frecuentes son las malas posturas, posiciones incorrectas durante el sueño, movimientos repetitivos o traumatismos. Estas lesiones habitualmente mejoran dentro de las dos primeras semanas.
Cuando el dolor se prolonga más de cuatro semanas o se hace repetitivo, la causa más frecuente es la patología degenerativa o espondilosis (discopatía degenerativa, hernia discal, artrosis facetaria).Otras causas pueden ser tan variadas como cuadros de estrés o ansiedad, dolor miofascial asociado o no a fibromialgia, tumores o infecciones.
Los factores de riesgo y donde debemos enfocar los esfuerzos para prevenirlo son evitar malas posturas, el tabaquismo y fortalecer la musculatura cervical (trabajando la fuerza muscular y los estiramientos frecuentes para mantener la movilidad).
Gran parte de los dolores se pueden manejar con tratamiento no quirúrgico. Se recomienda trabajar en el autocuidado, lo que conlleva evitar las malas posturas y actividades que generen sobrecarga muscular por períodos prolongados, aplicar frio/calor y realizar estiramientos suaves (si un movimiento específico produce dolor se debe evitar).
Otro de los puntos es realizar sesiones regulares de fisioterapia, especialmente durante la primera fase de tratamiento con ejercicios en casa en la etapa final. En caso de recurrir a los analgésicos, la primera opción son los antinflamatorios y el paracetamol y si el dolor no remite, relajantes musculares u opiáceos en pautas de corta duración (los tratamientos deben estar siempre supervisados por el médico).
En cuanto a los tratamientos alternativos, si bien tienen menor evidencia científica, son beneficiosos en muchos pacientes. Estos incluyen masajes, manipulación manual (quiropraxia y osteopatía), acupuntura, meditación y técnicas de mindfulness.
Las infiltraciones epidurales o facetarias con corticoides, radiofrecuencia o rizólisis facetaria (lesión térmica de rama sensitiva articular) e infiltración de puntos gatillo (punción seca / infiltración con pequeñas dosis de anestésico local) es otra opción y, como último recurso, la cirugía.