¿Cómo ejercitarte mientras estás sentado?
Hoy en día la mayoría de la gente lleva un ritmo de vida muy sedentario. Pasa muchas horas frente a la computadora, junto a un escritorio y moviéndose poco o nada… ¡Quizá hasta 10 horas diarias!
El cuerpo se va entumeciendo, aparecen los dolores de cuello y espalda, se enlentece la circulación… pero ¡a no desesperar! Puedes intentar revertir esta situación ejercitándote desde tu puesto de trabajo o simplemente al salir o al llegar a casa.
Para empezar, cada 45 minutos o una hora podés programarte una alarma para que te recuerde que llevás mucho tiempo concentrado y quieto, y que te sirva para comenzar con tus ejercicios. Sí, allí mismo, frente a tu escritorio. ¿Qué te dá verguenza por tus compañeros? Ellos tomarán tu ejemplo, ¡si están en tu misma situación!
Vamos a comenzar con las cervicales y los hombros:
– Comenzá diciendo “NO” con la cabeza, mirando hacia un lado y el otro. Debes hacerlo lento, si podés cerrar los ojos mejor aún. Hacelo varias veces, alrededor de diez, pero no es necesario que te detengas a contar, solo concentrate en tu cuerpo.
– Siguiendo la misma idea ahora dí “SI” mirando hacia el techo y el piso.
– Ahora inclina la cabeza, de modo que tu oreja izquierda se acerque a tu hombro izquierdo y luego la derecha al derecho. Varias veces, seguí lento y fluido. Notarás que los músculos se van aflojando. Si sentís dolor hacelo suave, no busques ir más allá de lo que resulta placentero.
– Vas a unir todos los movimientos anteriores para hacer un giro completo, imaginá que dibujás un círculo en el aire con tu nariz, eso evitará que lleves la cabeza hacia atrás y lastimes tus cervicales.
¿Cómo te sentís? Moverse es vital y necesario… ¿Lo notás?
Continuamos con los hombros. Eso ayudará al músculo trapecio, el protagonista de las molestias cervicales, a relajarse en movimiento:
– Estirá tu codo y levantá un brazo a la altura del hombro. Empezá a realizar círculos hacia un lado y el otro. Recuerda: ¡suave! No es necesario hacer fuerza, es solo movilidad. Luego el otro y finalmente los dos a la vez.
-Con los brazos en la misma posición abrí y juntá las palmas, varias veces.
-Levantá ambos hombros como diciendo “Qué me importa”.
-Inclinate a un lado y al otro, como si quisieras levantar un objeto del suelo, la columna se flexionará lateralmente como si fuera un junco.
-Ahora rotá tu tronco mirando hacia atrás, girando con toda tu columna, hacia un lado y el otro. Los brazos acompañan.
Movimos la columna vertebral en todos los sentidos posibles, solo agregaremos una flexión anterior y estará listo todo para tu espalda.
-Apoyá la cola en el borde de la silla, dejá los brazos flojos y llevá el mentón hacia el pecho. Ahora hacé caer la cabeza hacia adelante. Su peso te dejará inclinar todo lo lejos que tu flexibilidad permita. La columna está ahora con todas sus vértebras separadas, colgando, estirándose y liberando zonas de tensión. Quédate unos minutos. Al subir hacelo lento. El mentón sigue pegado a tu pecho, la cabeza será lo último que subirás… ¿Se siente bien, no es cierto?
¡Con tan poco has hecho muchísimo! Solo necesitás una silla, ganas de moverte y, con poco tiempo, obtendrás muy buenos resultados.