Ciencia: Por qué recordamos qué estábamos haciendo durante un hecho trascendente

Como millones en todo el mundo, el neurocientífico argentino Rodrigo Fernández entrecruzó los atentados del 11 de septiembre de 2001 con su propia historia personal. El 11-S de 2001, Fernández, estudiante secundario en aquel entonces, estaba en la cocina tomando clases de guitarra con su profesor, Jorge. De repente, los dos dejaron la música y se quedaron absortos frente a la pantalla del televisor. “Fue muy sorprendente. Con el primer avión se hablaba de accidente; con el segundo, rápidamente se empezó a hablar de un atentado”, evocó en diálogo con Infobae.

Veinte años más tarde, Fernández es uno de los investigadores que estudia los recuerdos destello o memorias vívidas,conocidas también como flashbulb memory,ese tipo especial de memoria autobiográfica que involucra las circunstancias en que uno vivenció un hecho público que hace historia, como el 11-S. En esos registros, el contexto de recepción de la noticia suele ser más importante que el acontecimiento en sí.

“Este tipo de memorias son un producto de eventos públicos significativos, novedosos, emocionales y que conllevan consecuencias en la sociedad. A veces recordamos mejor nuestra reacción al evento (dónde estaba, qué estaba haciendo y con quién, cómo me sentía, qué pensaba) que sus detalles”, señaló el investigador del Conicet en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFYBINE), que depende también de la UBA.

De acuerdo con Antonio Manzanero, investigador del Departamento de Psicología Experimental de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, España, estas memorias se caracterizan por ser muy vívidas, como si acabaran de ocurrir, aunque hayan transcurrido muchos años desde el acontecimiento.

“También son muy sensoriales: involucran imágenes, olores, sonidos y sensaciones táctiles. Y nos crean la sensación de que no se han alterado por el paso del tiempo, confiamos mucho en su exactitud”, añadió en diálogo con Infobae. El sentido biológico de conservar este tipo de recuerdo, a priori, resulta intrigante. Si lo importante ha sido el atentado a las Torres Gemelas, ¿por qué ocupar espacio en el cerebro conservando postales de nuestra participación remota e irrelevante en el desconcierto global?

Sin embargo, los científicos interpretan estos recuerdos con una mirada más amplia. Los recuerdos destello están más concentrados en los detalles del contexto. Y eso es muy importante porque pone de manifiesto la relevancia de lo social en la construcción de nuestra vida y nuestra identidad. En otras palabras: los recuerdos destellos nos sitúan como sujetos de la historia”, sintetizó a Infobae el psicólogo William Tamayo-Agudelo, profesor de la Universidad Cooperativa de Colombia, en Medellín.

Nos vuelven “protagonistas” aunque hayamos estado a miles de kilómetros de distancia, refuerzan nuestra posición dentro de un grupo social, y sirven para demostrarnos a nosotros mismos y al resto que aquello en lo que creemos es importante.

El término memoria de destello fue acuñado en 1977, aunque los primeros estudios sobre el tema se remontan a 1899, cuando el psicólogo Frederick Colegrove, de la Universidad Clark, en Worcester, Estados Unidos, le preguntó a 179 adultos de edad media o avanzada: “¿Recuerda dónde estaba cuando escuchó que habían matado a Lincoln?”, el presidente Abraham Lincoln fue asesinado en un teatro de Washington, en 1865.

Colegrove transcribió uno de los testimonios: “Estábamos con mi padre rumbo a A., en el estado de Maine, para hacer compras por mi graduación. Bajamos una colina hacia la ciudad y sentimos que algo estaba mal. Toda la gente parecía muy triste y había tanta excitación en el ambiente que mi padre frenó el caballo, se inclinó fuera del carro y preguntó qué había pasado. ‘¿No lo sabe?’, le respondieron. ‘Lincoln ha sido asesinado’. Las riendas se soltaron de las manos de mi padre y, con lágrimas en los ojos, se desplomó sobre el asiento”.

“No todas las respuestas fueran tan vívidas como esta”, escribió el investigador en la revista The American Journal of Psychology. “Pero 127 de los 179 dieron respuestas afirmativas y brindaron información detallada”, señaló el investigador.

Según Fernández, hay distintos factores que contribuyen a la formación de este tipo de memoria como la intensidad emocional, su importancia o impacto sobre la identidad social, cuan sorprendente fue el evento, el número de veces que se evoca e

En distintos contextos y, por supuesto, la presencia en los medios o intercambios sociales. “Si no existe una representación social de un hecho, es muy difícil que se vuelva importante para una comunidad”, apuntó Tamayo-Agudelo, quien ha estudiado la formación de recuerdos destello en la población colombiana.

“El 11-S está asociado a una serie de representaciones sobre Estados Unidos y su poderío militar y económico. Por lo tanto, cuando inesperadamente se desploman las Torres Gemelas, eso genera un recuerdo destello. En cambio, muchos otros hechos que han acontecido en el mundo, como los asesinatos masivos [del grupo yihadista] Boko Haram en Nigeria, no entran en el campo de nuestras representaciones y, por lo tanto, no tienen capacidad de formar esa memoria”, destacó el especialista colombiano.

Rodrigo Quian Quiroga, es físico graduado en la UBA y dirige el Centro de Neurociencias de Sistemas de la Universidad de Leicester, Inglaterra, describió un rasgo de estas memorias presuntamente marcadas a fuego: “Recordamos con lujo de detalles estos hechos, pero no tenemos ni idea de lo que pasó en los días anteriores o posteriores a ellos”, según señaló en otro de sus libros, Qué es la memoria. Son un verdadero destello entre las sombras.

¿Qué tan fidedigna es nuestra evocación?

Existen pocos estudios experimentales sobre los circuitos involucrados en las memorias de destello. sobre todo, porque resulta prácticamente imposible crear y analizar eventos de esta naturaleza en el laboratorio. Sin embargo, una de las diferencias con el resto de los recuerdos autobiográficos es que parece haber una mayor participación de la amígdala, una estructura cerebral que juega un rol clave en el procesamiento emocional, señaló Fernández.

Un rasgo singular de los recuerdos destello es que, con su rico despliegue de minucias íntimas, por ejemplo, uno puede describir la ropa que vestía en el momento de recibir una noticia o las palabras precisas de un interlocutor, transmiten la sensación de que son más precisos que los recuerdos ordinarios, que las evocaciones son particularmente confiables.

Sin embargo, los investigadores ya saben que eso es una fantasía. “La ciencia ha demostrado que estas memorias pueden ser tan inexactas o más que las de otro tipo de hechos. La memoria es un proceso constructivo, dinámico, y todos los recuerdos, sin excepción, se actualizan con cada nuevo conocimiento o experiencia relacionado”, afirmó el español Manzanero, quien es especialista en Psicología del Testimonio.

“Este tipo de memoria también está sujeta a olvido, errores y distorsiones como cualquier otra, aunque las personas no lo noten”, coincidió Fernández. “Estudios recientes sobre el recuerdo del 11-S en las mismas personas a lo largo de los años, muestran que las personas olvidan algunos detalles de su experiencia personal o los cambian, pero el nivel de confianza en el recuerdo propio tiende a permanecer idéntico. El fin último de nuestra memoria no es un registro inmaculado de nuestras experiencias, sino su eficiencia: aumentar la probabilidad de evocar la información que uno necesita”, añadió. De todos modos, es posible que persistan elementos centrales del recuerdo frente a otros accesorios.

Para Tamayo-Agudelo, todo recuerdo es una reconstrucción. “No hay un almacén de memoria. Entonces se supone que con cada recuerdo vamos reconstruyendo, y en esa reconstrucción hay cosas que permanecen y también hay nuevas incorporaciones. Así que no podemos garantir que los recuerdos sean fidedignos”, manifestó.

El psicólogo colombiano tiene su recuerdo destello del 11-S. Se estaba poniendo el cinturón del pantalón para ir a la Universidad de Antioquia, en Medellín, donde estaba cursando la carrera, cuando vio azorado los aviones sobre las Torres neoyorquinas en el televisor. Pensó que era una película. Salió para la facultad y todo era un revuelo. Recuerda haberse cruzado con un compañero, quien afirmó que los edificios colapsaron de esa manera “porque estaban muy bien construidos”.

“La confianza en mis propios recuerdos ha ido variando, porque ahora sé que no necesariamente son precisos. Pero sigo creyendo que eso es lo que sucedió”, dijo.

FUENTE: INFOBAE

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