Cómo afrontar la crisis de la mediana edad

Uno ya no es del todo joven, pero tampoco viejo. Y en ese momento, con la duda sobre la edad y el camino recorrido en ciernes, irrumpe el inevitable interrogante: ¿Esto fue todo? Para que la insatisfacción y el descontento no ganen terreno es crucial no dejarse sucumbir.

Esta crisis de la mediana edad se da tanto en hombre como en mujeres. Hay hombres que creen que las novedades vendrán a través de una nueva aventura, miran a mujeres mucho más jóvenes que ellos y van al gimnasio para tener un cuerpo trabajado y poder vestir como dictan las modas más recientes. Al menos eso es lo que dice el estereotipo del hombre que atraviesa esta etapa.

Aunque no les afecta a todas las personas, la crisis de la mediana edad suele aparecer en algunos entre los 40 y los 50 años y su característica principal es la de un quiebre: en lo que podría considerarse la mitad de la vida, la satisfacción decae, y no en pocas, sino en muchas personas.

Es el momento en el que se han alcanzado objetivos, tanto a nivel laboral, familiar como económico, y pareciera que ya está todo hecho. O no. La crisis también puede aparecer a cierta edad justamente por no haber logrado lo que se creía que se podría. Y en ese momento los pensamientos negativos abonan el terreno a la insatisfacción y a la sensación de que no habrá más que decadencia.

En el caso de los hombres, hay especialistas que aseguran que se da una especie de «menopausia masculina». «El motivo es claramente orgánico y a consecuencia de ese cambio, pueden aparecer una sensación de debilidad, mayor irritabilidad, desasosiego, inconvenientes en la potencia o erupciones de sudor.

El problema general es que a los 50 años las cargas, muchas veces arrastradas durante años, consumen gran parte de las energías de vida, el trabajo «es lo que es» y ya no presenta grandes desafíos. ¿Qué sigue entonces?

Lo importante es detenerse y tomarse tiempo para pensar en lugar de seguir exasperado por las cargas o correr sin descanso tras una nueva meta. Hacer una lista con las cosas que uno ha alcanzado y con aquellas que quisiera cambiar puede ser muy útil. Hacer un balance de lo que se ha hecho, de en qué lugar se está y hacia dónde se quiere ir es una gran ayuda para detectar las necesidades y los deseos.

No es necesario dar un giro de 180 grados ni revolucionar el día. A veces puede significar un gran cambio hallar nuevas tareas en el trabajo, especializarse en un área en particular, empezar un curso, buscar un hobby que disfrutemos o encontrarnos con amigos.

Lo decisivo es no estancarse en los lamentos sino ver qué se tiene ganas de hacer. Aunque parezca difícil, ¿por qué no probar? El único peligro es caer en dudar de todo lo que se ha hecho hasta ese momento y querer hacer un quiebre radical. Pero la crisis de la mediana edad puede ser una oportunidad para reconocer a qué se le ha dado importancia hasta ahora, qué se puede descartar y cuáles serán a partir de ese momento las prioridades.

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